VARIEDADES

CRIMENES FAMOSOS
Un asunto corriente

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Max Haines

La muerte de Ingrid Kasper por electrocución envió ondas de horror a través de la comunidad.

Las aguas tranquilas corren profundas, aunque a veces no. Usted habría jurado que Ingrid Kasper era una robusta y recta esposa de granjero. Oh, era robusta con seguridad. A los 34 años de edad. Ingrid era fornida. En 1972, cuando nuestra historia de intriga y sexo se desarrolla, ella había estado casada con Karl Kasper por 14 años. Tenían cuatro hijos. El mayor, Rolf de 13 años, Erica de 11; Stefan de 9; y el menor de la cría, Gabi de 6.

Los Kasper vivían en una granja submarginal cerca del pueblo de Rotzel, Alemania, no lejos de la frontera suiza. Karl se había endeudado para comprar la granja, donde principalmente criaba cerdos. Si usted miraba a los Kasper, usted pensaría que eran la sal de la Tierra. Karl no sólo trabajaba como un perro en la granja, sino que también tenía un empleo como telefonista en una fábrica en Albruck. Ingrid mantenía los fuegos de la casa ardiendo. Con cuatro niños y cientos de cerdos alrededor, era toda una tarea.

Usted puede imaginar la impresión que corrió a través de la comunidad de las granjas cuando Ingrid fue encontrada muerta en su cama por su marido cuando volvió a casa del turno de la noche en la fábrica. Karl inmediatamente llamó a un médico y a la policía.

El estado del cuerpo de Ingrid era un misterio por sí mismo. Parecía haber sido electrocutada. Una autopsia reveló que alguien había atado las muñecas de Ingrid a un equipo de terminales eléctricos a tierra y había conectado un alambre de polo vivo a sus nalgas. Ella había recibido un choque eléctrico mortal. Para hacer más misteriosas las circunstancias, no había evidencia de que Ingrid hubiera opuesto ninguna clase de resistencia en un intento por salvar su vida, ni había ninguna indicación de que hubiera estado atada de algún modo. El forense reveló que Ingrid había muerto en un estado de excitación sexual.

Cuando la policía encontró un par de guantes de goma bajo la cama de Ingrid, descartaron la posibilidad de un suicidio. Esa Ingrid debe haber sido algo especial. Los cajones de su cómoda contenían provocativas piezas de encajes, ropa interior con volados y (¿nos atrevemos a decirlo?) calzones sin entrepiernas.

La policía hizo una doble maniobra. Controlaron en el lugar de trabajo de Karl y confirmaron que había estado trabajando durante las horas en que su esposa debió haber sido asesinada. Los niños de los Kasper habían dormido en casa de sus abuelos, a algunos kilómetros de allí, en la noche en cuestión. ¿Existía un amante secreto, que sabía que el maridito estaba en el trabajo y los niños estaban fuera por esa noche, y había decidido jugar juegos sexuales, con Ingrid? ¿La había matado accidentalmente, tuvo pánico y huyó con todo su equipo, excepto el par de guantes de goma? ¿O era la electrocución un frío y calculado asesinato?

La policía no quedó demasiado sorprendida cuando una belleza local, Erika Jung, apareció con la noticia de que había estado recientemente en la fiesta de cumpleaños de Karl, la que se había celebrado en una taberna campestre local. Querrán creerlo, Erika había en realidad visto a Ingrid realizando el acto sexual en el patio trasero de la taberna. No pudo describir al caballero en cuestión, sólo pudo decir que parecía ser extranjero. Ella pensó que era italiano. Cuando lo que Erika vio se hizo de público conocimiento, otras señoras y señoritas se presentaron. Ellas también habían visto a Ingrid en acción. Estos chismes agregaron un detalle más. Le contaron a la policía que la habladora Erika era la amante de Karl.

Hagamos un repaso, así como lo hizo la policía en Alemania. Quizás Karl se enteró de la infidelidad de su esposa. Quizás le pidió el divorcio y le fue negado. Muy posiblemente asesinó a su esposa para resolver este dilema. Pero caray, tenía una coartada inviolable. Había estado trabajando en la fábrica de papel a la hora del asesinato. Las tarjetas de tiempo en la fábrica fueron controladas nuevamente. Karl la había marcado a las 9:00 de la noche y la había marcado nuevamente a las 6:00 de la mañana. Parecía estar limpio.

La investigación de la identidad del amante de Ingrid continuaba. Se supo que era un tipo activo, sexualmente hablando. Otra mujer, quien pidió permanecer en el anonimato, reveló que ella también conocía al extranjero, cómo podríamos decirlo, íntimamente. Ella también había tenido relaciones sexuales con él la misma noche que Ingrid. Su nombre era Luigi Antoninni. Cuando la policía fue a buscar a Luigi, se enteraron que había dejado el país. Luigi fue rastreado hasta Bari, Italia, pero probó que no tenía nada que ver con la muerte de Ingrid. El simplemente amaba a las mujeres.

Karl Kasper resultó ser una paradoja. Estaba al borde de la bancarrota, sin embargo los detectives se enteraron que le había hecho regalos caros a su amante, Erika Jung. Investigando más profundamente, las autoridades averiguaron que nuestro Karl gustaba apostar más que unos pocos marcos en las mesas de ruleta de Baden-Baden.

Uno de los conocidos de negocios de Karl informó a la policía que éste había perfeccionado un sistema para matar a los cerdos electrocutándolos. Ya era demasiado. Los detectives fueron a la fábrica de papel donde Karl trabajaba, en un intento por quebrar su coartada. Sus colegas les contaron que durante su turno Karl a menudo trabajaba sólo por períodos de dos horas o más. Hubiera tenido tiempo de escabullirse, conducir a casa, matar a su esposa y volver al trabajo sin que nadie se enterara.

Ahora que Karl tenía la posibilidad de una oportunidad para cometer el crimen, estaba el pequeño asunto del motivo. Su vida sexual parecía más que suficiente, con una esposa, una casa llena de juguetes eróticos, y una amante, de quien manifestaba no estar enamorado y a la que mantenía sólo por diversión y juegos. Husmeando un poco se reveló la fuente del dinero de Karl. Había pedido dinero al banco poniendo sus cerdos como garantía. Al pasar el tiempo, les dijo a los funcionarios del banco que esperaba una gran cantidad de dinero en seis meses. Los detectives intuyeron el motivo. Tenía que haber el pago de un seguro en alguna parte. Tenían razón.

Subsiguientes investigaciones indicaron que Karl había asegurado la vida de su esposa por el equivalente de 50.000 dólares. Fue detenido y se le dijo de la evidencia circunstancial contra él. Se desmoronó, pero juró que no había asesinado a su esposa.

Afirmó que había muerto accidentalmente cuando él había vuelto a casa para tener algún sexo mejorado con electricidad. Algo había andado mal e Ingrid había sido electrocutada. Había sentido pánico y había corrido de vuelta al trabajo, llevando el equipo eléctrico con él. En su apuro, debe haber pateado los guantes de goma bajo la cama. Karl guió a la policía hasta el equipo escondido.

Karl Kasper fue arrestado y enjuiciado por el asesinato de su esposa. Aunque no había forma de probar si Ingrid había muerto accidentalmente o había sido víctima de un asesinato premeditado, el jurado alemán le dio a Karl el beneficio de la duda. Fue encontrado culpable de asesinato no premeditado y sentenciado a 12 años de prisión.

 

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