Temerosos de una represalia estadounidense por los ataques terrorista a Nueva York y Washington, los afganos empezaban a abandonar su capital ayer y a almacenar alimentos y otros productos básicos.
"De cualquier modo, no hay gozo en la vida, así que no me importa si las bombas vienen y tengo que morir junto con mis hijos", dijo Leilama, de 38 años, madre de seis niños. "Pero Estados Unidos deberían saber que el pueblo afgano no es su enemigo". El liderazgo talibán, que está siendo atacado por albergar al presunto terrorista Osama bin Laden, considerado responsable del ataque del martes, pidió al pueblo que se "mantenga orgulloso" y amenazó con la guerra a las naciones que asistan a Estados Unidos en un ataque contra Afganistán.
La nación del centro de Asia, de 21 millones de habitantes, ha pasado ya por la invasión soviética, la guerra civil, la llegada del régimen radical talibán, el hambre en todo su territorio, y recientemente, una terrible sequía. Los afganos parecían resignados a agregar la furia estadounidense a su larga lista de penurias.
Los residentes de Kabul gastaban sus ahorros comprando provisiones, otros se alineaban al otro lado de la cerca de púas en la frontera con Torjam, tratando de pasar a Pakistán. Los combatientes talibanes los obligaban a volver golpeándolos con palos. |