INQUIETUDES
Anita, "Toño" y Cristóbal
Eduardo Soto P.
Crítica en Línea
Viví durante 20 años
en un viejo caserón de San Felipe. Ahí aprendí a caminar,
y fundé las bases de mis más profundas y duraderas amistades.
En ese viejo inmueble apolillado me enseñaron a boxear (fui muy mal
alumno), a bailar, a beber cerveza, a besar y a temerle a la marihuana,
cuyo aroma lujurioso se impregnaba en los cuartuchos durante las madrugadas.
Si no recuerdo mal, la casa perteneció al general Leonidas Pretelt,
un gallardo militar colombiano quien la construyó el siglo pasado.
Supe que en esta casona pasó muchas jornadas el primer presidente
Manuel Amador Guerrero. Un sentimiento, que es mezcla nostalgia e impotencia,
me embarga cuando paso delante de la casa 4-39, ahora que unos chinitos
la compraron, antes que se fuera a caer del todo, para vivir en ella y llevar
adelante su negocio: una tienda de abarrotes.
Sin embargo, no he perdido el gusto de seguir entrando en el Casco Viejo.
Siempre me invade una sensación deliciosa. Debe ser así como
se sienten los bebés mientras están en el vientre de su mamá.
Me lleno de paz, relajamiento y seguridad. Me siento dueño y propiedad
de un todo familiar.
Será por la gente que conocí desde niño. Sobre todo
los adultos que me enseñaron el camino correcto. La tía Yoya,
su marido Arnulfo, Redenta, la tía Lucila, Blanca, mi madre Chefa:
todos ellos compartieron la alegría de la pobreza, además
de usar el único baño y lavadero que había para diez
familias. Pero lo más lindo es que cuidaban de los hijos ajenos como
si fueran los propios. Si no había comida en un cuarto, se comía
en el de al lado. Así ocurría con la ropa, los útiles
escolares, el azúcar y las novias. Toda esa gente me ayudó
a entender el valor que tiene el trabajo honrado, por más pesado
que sea. Eran incansables, y soportaron los rigores que siempre se sufren
en aquellos tugurios, sin que se le tulleran la moral y los sueños.
Esta reflexión (que más que eso es un anestésico
recuerdo al que siempre acudo para inspirarme cuando voy a escribir) me
ayuda a valorar en su justa dimensión a tres de las personas más
tenaces que he conocido en mi carrera profesional: nuestra querida Anita,
la secretaria de Crítica; Antonio "Toño" Díaz,
el director; y Cristóbal Sarmiento, mi maestro y mentor en el periodismo,
quien ayer cumplió 76 años y sigue tan campante como siempre
escribiendo aquí y allá.
Empecemos por la dama. Ana de Millares, "Anita" como la conocen
todos los que tenemos algo que ver con esta empresa, nos cumplió
hace poco 53 años, y lleva 33 en el periodismo, negocio del que sabe
más que muchos de nosotros juntos. Pero está cansada, se le
duerme el brazo izquierdo y sufre intensos dolores de cabeza. No obstante,
eso no impide que siga en pié. Es la primera que llega a la redacción,
a eso de las 7 de la mañana, y ya para el medio día lo tiene
casi todo controlado: las citas de los jefes, los memos, la correspondencia
que va y viene, la planificación de las páginas del periódico,
las asignaciones de última hora para los reporteros, los viáticos
de todos, el archivo de casos y fotografías, y todos y cada uno de
los problemillas que siempre surgen a último momento. A pesar que
en broma le decimos que no se preocupe tanto, y disfrute un poco más
de su vida privada, porque ya se le está agotando la arena de su
reloj, sabemos que ella seguirá donde está, metiéndose
en la vida de todos con su vocecita puntiaguda, para resolvernos los enredos
que nosotros muchas veces no sabemos manejar.
"Toño": ¡Qué más se puede decir
de este guerrero! Cumplió hace una semana 57 años. Hablé
con él ayer por teléfono, y me di cuenta que ya le volvió
al cuerpo la voz de titán mitológico con la que sabe dar las
órdenes. Me contó que camina con dificultad, por lo que tal
vez tenga que recurrir al bastón. Sin embargo, ostenta una energía
envidiable. Lo tendremos de vuelta el próximo domingo, con su memoria
prodigiosa y su talento como escritor y periodista, que están afilados
una vez más, a pesar de la difícil batalla que acaba de librar
contra la enfermedad que lo ostiga hace tantos años. Conociéndolo,
sé que viene ansioso para meterle el diente, como analista y generador
de opiniones, al ambiente político que ahoga al país. Cada
día me sorprende más "Toño", un inagotable
trabajador de la pluma.
A Cristóbal Sarmiento lo vi el viernes, cuando lo distinguieron
como miembro honorario del Colegio Nacional de Periodistas, al igual que
a "Toño". Sarmiento sigue dinámico, entregado al
tejemaneje del periodismo y la política criolla. Bailó casi
toda la noche y nos hizo reir con su humor picante y sabroso. Con 76 años
encima se nota que le sobran fuerzas, y me pregunto si llegaré yo
a esa edad, con la mente tan clara como él, con el ingenio de Antonio
Díaz, y el empuje imbatible de Anita.
Ojalá.
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AYER GRAFICO |
El Conjunto "Habana" en el cabaret "Rialto" en 1948
al llegar a Panamá. |
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