Como era de esperarse, el nuevo gobierno de Panamá, dirigido por Martín Torrijos, restableció las relaciones diplomáticas con la República Bolivariana de Venezuela, tras una semana de tensiones y diferencias por la liberación por indulto de cuatro cubano americanos requeridos por la justicia de Caracas y La Habana, por terrorismo.
Flavio Granados, embajador de Venezuela en Panamá, regresó ayer mismo, concluyendo en parte el caso de la suspensión "a medias", pues todavía falta reactivar los contactos diplomáticos con la Cuba de Fidel Castro.
Sobre el caso hay que hacer algunas acotaciones: por un lado, la postura independiente y soberana de Panamá se demostró ante las presiones de La Habana sobre la liberación de los anticastristas.
Pero también hay que reconocer que la crisis de la suspensión de relaciones con Cuba y Venezuela dio la percepción -sobre todo en los sectores de la izquierda latinoamericana- que Panamá reflejaba una imagen clientelista de su política exterior para favorecer los intereses de algunos sectores en Estados Unidos, frente al voto latino cubano en las elecciones presidenciales en la Unión Americana.
Para el gobierno de Torrijos, el caso de Cuba y Venezuela también sirve de escalafón internacional,
Sólo falta esperar la vuelta del jefe de misión de Cuba. Y esto es algo esencial en ciertos aspectos: recordemos que hay más de 400 médicos panameños que se preparan en la isla caribeña y también las empresas de Fidel deben cerca de 250 millones de balboas a las empresas de la Zona Libre de Colón, por mercancía reexportada a Cuba.