La campana del colegio había sonado. Estaba llamando a una asamblea especial. Toda la escuela sabía qué significaba esa llamada, y más de cien niños, en esa escuela de Beijing, China, todos ellos menores de diez años de edad, dejaron sus quehaceres y corrieron escaleras abajo. Pero la puerta de salida, al final de la escalera, estaba cerrada con llave.
Allí cundió el pánico. Los niños que llegaron primero a la puerta querían regresar por la escalera, mientras que los otros seguían bajando hacia la puerta. En la terrible confusión que se produjo, veintiocho niños murieron aplastados. "Pánico" fue el único comentario de los diarios.
Si hay alguna cosa ciega e irrazonable, que se apodera, por momentos, de la voluntad, de la inteligencia, de la razón y de los sentidos de multitudes, es el pánico. ¡Cuántas tragedias en muchas partes del mundo no habrán ocurrido debido al pánico! Un diccionario define el pánico como "el terror súbito, sin ningún fundamento".
El pánico ocurre muchas veces porque sí, sin razón aparente, y una vez que comienza, nadie lo puede detener.
En un mes de mayo, algunos años atrás, se anunciaba, en California, la posibilidad de un terremoto. Toda la gente se puso nerviosa y temerosa. En la colonia de camboyanos de la ciudad de Long Beach, California, se produjo un pánico extravagante e incontrolado. Más de dos mil personas dejaron casa y pertenencias, y huyeron, como pudieron, a quinientos kilómetros de distancia.
Uno de sus dirigentes explicó: "Mi pueblo es muy ignorante, supersticioso y crédulo. Una vez que le agarra el pánico, no confía en nadie." Esta fue otra demostración de cómo el pánico colectivo anula la razón.
¿Cómo estar precavido contra el pánico que puede ocurrir, con o sin fundamento, en cualquier lugar y en cualquier instante?
Si el pánico realmente es, como se ha definido, "terror súbito, sin ningún fundamento", entonces es un miedo desmedido, y el miedo sólo se vence eliminando la incógnita. No es tanto el mal en sí lo que tememos sino la incertidumbre que ese mal puede producir.
¿Puede haber paz en medio de la incertidumbre? Sí. La hay cuando sabemos, a ciencia cierta, que Dios está a nuestro lado. Y hay millones de personas que lo han descubierto. Abrámosle nuestro corazón a Cristo. Cuando Él entra a nuestra vida, el pánico huye. Todos podemos tener la paz de Cristo.
