El Barcelona recuperó ayer sus señas de identidad y superó al Athletic de Bilbao (3-1), en un partido condicionado por dos decisiones arbitrales, un controvertido penalti y un gol muy dudoso, que permitieron al equipo azulgrana redondear el resultado después de sacar a escena su mejor versión.
El conjunto de Rijkaard jugó más y mejor que el Athletic, hasta parecerse al de sus mejores días, pero el resultado final quedó marcado por Megía Dávila, protagonista en los dos últimos goles del equipo local: un penalti de Gorka a Henry, que admite muchas dudas, y un tanto inexistente de Touré. Pero más allá del árbitro, el Barça mereció la victoria frente a un Athletic peleón y que fue de menos a más.
De vuelta a casa, el Barcelona fue un equipo más reconocible que el que se vio en Santander. Se desplegó desde la retaguardia con dos laterales con pinta de extremos, especialmente un pletórico Abidal, recuperó a un Deco muy batallador y volvió a presionar en cancha contraria, primer punto del decálogo de Rijkaard.