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Machismo

Milciades Ortíz | Catedrático

El campesino se rió maliciosamente. Movió la cabeza en forma negativa y dijo: "no, licenciado, yo no quiero que le den la píldora a mi mujer". Corrían los primeros años de los setenta del siglo pasado. Estaba como sociólogo en un campito de nuestro interior, tratando de convencer a las parejas que usaran la píldora anticonceptiva.

Daba dolor ver a una muchacha de veinte años, con por lo menos cinco hijos. Se le notaba gastada, cansada por el trajín de lidiar con cinco chiquillos.

"Que tengan los hijos que desean, pero poco a poco. Así podrán criarlos mejor y no les afectará la salud", nos habían dicho los técnicos.

Pero se encontraba resistencia en el uso de la píldora. Entonces me tocó averiguar las razones del rechazo.

Confieso que aprendí realidades que no se enseñan en los cursos de Sociología.

Ese campesino me explicó que si "su mujer supiera que no va a quedar encinta, muy bien podría acostarse con otros hombres. Así no tendría miedo a que luego el chiquillo se pareciera al vecino y yo me diera cuenta".

Otro me dijo que él "era un varón, que trabajaba de sol a sol y por eso podía mantener a todos los hijos que le mandara Dios"...

Sí no querían tomar la píldora, menos usar preservativos. Aquí había oposición tanto del hombre como de la mujer.

Algunos varones alegaban que "ellos querían sentir a su mujer y que ella supiera que él era su marido y no un caucho".

Por su parte había mujeres que temían que el marido, al usar preservativo, tuviera relaciones con otras damas, pues "sabía que no las embarazarían".

Estas y otras excusas curiosas y hasta absurdas volvieron a mi mente el otro día. Resulta que me enteré que dos chiquillas de primaria y secundaria quedan embarazadas todos los días.

Eso ocurre porque no usan preservativos.

Creo que nadie podrá impedir que jóvenes y hasta niños tengan experiencia sexual. Lo peor del asunto son esos embarazos no deseados, que pueden causar problemas socioeconómicos.

Además, hay que unir a esta amarga realidad, que investigaciones hechas a nivel universitario, señalan que la mayoría de los jóvenes tienen relaciones íntimas "sin cuidarse".

Ya no sólo se trata de los embarazos, sino de enfermedades sexuales, que pueden causar la muerte.

Más orientación a todos los niveles, tanto de ciudades como en el campo, no está de más efectuar, entre niños, jóvenes y adultos. Así tendríamos una sociedad más sana y con menos complicaciones.



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