... Exponiendo su vida,
el europeo feroz en frágil nave,
al África dirige su camino.
Si no está embravecida
la mar, y logra viento que suave
empuje sin gran fuerza el alto pino,
aporta a su destino,
a do lleva el espanto,
el dolor, la tristeza, el luto y llanto.
Lisonjeando inhumanos
el vicio de los negros dominante,
compran a muchos de estos
desdichados.
Se venden los hermanos;
el tierno joven y su dulce amante
se miran con horror ya separados:
los padres arrancados
a su prole inocente...
¿Tanta crueldad el cielo la consiente?
Hoy nos parece increíble que el poeta José María Heredia, nacido en Santiago de Cuba en 1803, haya escrito semejante poema histórico en 1817, ¡cuando tenía apenas 13 años de edad! Sin duda, su temprana madurez se debió en gran parte a que su padre, que era juez, ya para esa fecha había desplazado a su familia para ocupar cargos en Pensacola, La Habana, Santo Domingo y Caracas. Según el prologuista Ángel Augier, fue «a raíz del tratado que impuso Inglaterra a España sobre la abolición del comercio de esclavos africanos había escrito Heredia su "Canción hecha con motivo de la abolición del comercio de negros"».
Pero conste que se debió en gran parte a los esfuerzos del comprometido seguidor de Cristo, William Wilberforce, documentados en la película titulada Sublime gracia, que se tomaron las decisiones parlamentarias en Inglaterra que culminaron en la abolición de la esclavitud a escala mundial. Es que Wilberforce había llegado a comprender la irrebatible verdad de que Dios, que nos creó a todos iguales, a su imagen y semejanza, nos creó a todos con libre albedrío precisamente para que fuéramos libres. De ahí que, en el Antiguo Testamento, Dios le diera a conocer al profeta Jeremías lo mucho que aborrecía la esclavitud, y que, en el Nuevo Testamento, su Hijo Jesucristo diera a conocer su declaración de misión: que Dios lo había enviado a este mundo a proclamar libertad a los cautivos y a poner en libertad a los oprimidos.