Lloyd Barrington LaBeach debe estar orgulloso y feliz en algún lugar del amplio y extenso cielo. Dejó de ser, ayer 18 de agosto, el único panameño que ha conseguido medalla en Juegos Olímpicos.
Un chico de cuna humilde, "El Canguro" Irving Saladino, ha puesto fin a 60 años de espera con la presea dorada que obtuvo en Beijing, China, hecho histórico, gigante, que nos ha reventado el pecho de orgullo.
Este 2008 quedará enmarcado en el bello altar de los recuerdos imborrables, eternos. Saladino acabó con la sequía de Panamá en el medallero olímpico, pero es justo rememorar el ambiente que se vivió en 1948, año en que LaBeach maravilló al mundo contra viento y marea.
La historia de un grande. Corría la década del '40, la Segunda Guerra Mundial dejaba su estela de muerte y destrucción en diferentes rincones del planeta. Por aquel entonces, LaBeach (q.e.p.d.), un joven panameño hijo de inmigrantes jamaicanos, deslumbraba con sus elegantes y veloces zancadas en las pistas.
En 1948 en Londres, Inglaterra, este istmeño a sangre y fuego puso a ondear la bandera de Panamá por primera vez en unos Juegos Olímpicos, al hacerse con dos medallas de bronce. Aunque en un "asalto a mano armada", fue despojado del disco de plata en la final de los 100 metros planos.
Por eso, esta medalla dorada lograda por Saladino no sólo constituye un homenaje a su esfuerzo y perseverancia, sino también a la memoria de LaBeach, ese gran guerrero de las pistas, que quiso tanto a Panamá que, aunque vivía en Nueva York, pidió a sus familiares que sus restos fueran enterrados aquí, en este suelo istmeño.
¡Viva, Londres, viva Beijing, viva LaBeach, viva Saladino!