Si Pedrito Altamiranda escribiera otra canción, le llamaría "Galleta, platanito y chocolate a cuara". ¿Quiere saber por qué? Es sencillo, este es menú que ofrecen ciertos empleados públicos que abren sus tiendas para mercadear sus productos. En este negocio no hay que pedirle permiso a la Alcaldía, ni mucho menos al Ministerio de Comercio. Todo es cuestión de vaciar un cajón, donde deberían guardarse documentos, para rellenarlo de productos nuevos y vender.¡Qué carajo..!
Jajaja, así se le escuchó la carcajada de "Leche", un funcionario que se dedica a la venta de golosinas en tiempo de trabajo que afirmó que seguirá vendiendo sus vainas porque el sueldo no le alcanza, además su jefe sabe y hasta ha comprado.
La realidad del panameño es así. Gasta más de lo que gana, por eso, inventa one two, rifas, tómbolas, happy hours, vende pantis de la Zona Libre, hace bailes en su "chantin", vende "saus" o pesca'o en la esquina de su casa los viernes y hasta remata los chécheres viejos que ya no quiere. Todo con el único fin de untarle mantequilla al pan.
Para ser un buen negociante, hay que ser habilidoso. La técnica es vender a menor precio para abarcar un rango mayor de clientes. Lo malo del negocio es abusar con los precios cuando todos saben que la ganancia supera hasta con el 100% el precio original de una distribuidora.
Todo en exceso es malo. Las normas para establecerse en el mercado es estar por lo legal y hacerlo de forma respetuosa, de lo contrario, la gente que se dedica a este negocio podría recibir el calificativo de "pirata" de la mercadería, vendedor clandestino u buhonero ilegal.
Esto no es con ustedes, señores, es algo común que ocurre en más de cuatro oficinas estatales. Si pasa en el sector privado, es por pura coincidencia, pero recuerden lo que dice Pedrito: "En la ahuevazón está el peligro".