EDITORIAL
Delincuencia
Panamá sigue padeciendo un grave problema de seguridad en sus calles y las autoridades parecen no estar conscientes de la situación o hacen como el avestruz: entierran la cabeza para no darse por enterados.
Cada día se cometen crímenes horrendos, se trafica droga por doquiera y hasta se cometen secuestros, sin que se adopten acciones efectivas para frenar esa ola delictiva.
Lo peor del caso es que la ciudadanía no observa una presencia policial en las calles, que desarrolle una labor preventiva que evite la comisión de los delitos.
Recorra usted cualquier calle de la capital y las afueras en horas de la noche y será un milagro encontrar un agente del orden público haciendo las rondas de antaño, que obligaba a los maleantes a recogerse.
Panamá es un país pequeño. Los investigadores saben perfectamente bien quién es el experto en asaltar bancos, quiénes son los jefes de las bandas criollas y dónde y quién trafica con drogas.
Lo que sucede es que muchas veces las instituciones adoptan la política de dejar pasar y sólo actúan cuando la comunidad les exige respuestas.
Por qué la Policía Nacional y la PTJ no desarrollan acciones efectivas para reprimir la delincuencia. Los pocos operativos que hacen sólo buscan detectar licencias de conducir vencidas, cuando lo prioritario es frenar al hampa.
Además se hace necesario adoptar de una vez por toda una nueva legislación que sancione con penas más severas la tenencia ilegal de armas. La Dirección de Migración también debe controlar el ingreso de extranjeros, que llegan fácilmente al país dotado solamente de una tarjeta de turista, que les permite permanecer en tierra istmeña hasta por seis meses. El país requiere de buenos turistas, no de maleantes, porque ya en el patio tenemos en exceso y no podemos controlarlos.
Los encargados de las instituciones de seguridad deben despertar, porque el hampa le está ganando la batalla.
PUNTO CRITICO |
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