Tuve que rogarle al chofer del bus para que me dejara subir. El decía que estaba lleno y le prohibían llevar pasajeros de pie. Le indiqué que iba tarde para la escuela y le insistí que me llevara parado en el pasillo. "Bueno, -dijo al fin-, pero si veo un policía te agachas".
Viajé hasta la escuela República de Haití en Río Abajo listo a agacharme para esconderme en el bus. No quería que al buen chofer le pusieran una multa por llevar pasajeros de pie.
A lo mejor usted cree que todo esto es un cuento, o que ocurrió en otro país que no es Panamá. Pensará así porque ahora llevar los buses pasajeros de pie es algo corriente. Y nadie del Tránsito pone multa por un bus convertido en una "lata de sardinas" con rueda.
(Es más, algunos pasajeros sinvergüenzas gustan de estos pasillos llenos de gente de pie, para "apretarse" a alguna chica hermosa...)
Pero antes, hace poco más de cincuenta años, el servicio de buses para "las afueras" era mucho mejor que el de ahora, y eso que se supone estamos en el moderno siglo veintiuno.
Habían enormes buses azules que circulaban desde Parque Lefevre hasta las Bóvedas, por cinco centésimos. A veces el pasajero no se bajaba y daba toda la vuelta a la ciudad por un real.
Otros buses iguales, de color verde, circulaban por la ciudad y barrios de clase media, pero no llegaban a Río Abajo.
Los choferes eran conocidos por muchos pasajeros. No voy a decir que todos ellos eran dechados de cortesía y buenas costumbres, pero había conductores muy serios. Saludaban a ciertos pasajeros habituales. Esperaban que la persona se sentara antes de arrancar el enorme autobús.
No recuerdo haber visto al "pavo" o ayudante en esa época, que podríamos llamar la "era de oro del transporte de pasajeros de Panamá".
Los buses eran de empresarios particulares, algunos de ellos de origen extranjero. Recuerdo apellidos como Barletta, Arosemena y Brid, Ciniglio, Chú y otros.
Como era un niño, no supe de luchas entre choferes y patronos por cuestiones de sueldo, uniforme, malas condiciones de las máquinas, regatas, etc.
Con los años, en lugar de mejorar el transporte de pasajeros panameño fue todo lo contrario. Cuando los militares tumbaron al gobierno democrático, promovieron la desaparición de los empresarios particulares.
De la noche a la mañana esos empresarios perdieron sus buses y talleres. Flamantes choferes se convirtieron en dueños del "instrumento de trabajo".
En teoría podría ser buena la idea y hasta justa. Pero en la práctica el transporte convertido en cooperativas y sindicatos se utilizó como instrumento de apoyo a la dictadura militar.
Y gente que antes eran sencillos "obreros del volante", se convirtieron en ricachones de la noche a la mañana. El intento de la dictadura por traer buses de España para mejorar el transporte, quedó convertido en un negociado más de los usurpadores del poder.
Hoy tenemos un pésimo transporte colectivo. Y parece que los gobiernos democráticos no han podido -o querido- poner orden en esta actividad, que a veces parece más una mafia que un servicio público....¡que es como debe ser! |