El Evangelio nos presenta el gran mensaje de que hay una nueva oportunidad para todos y cada uno de nosotros. En el Evangelio aparece la figura de un centurión romano o sea, un hombre que no tenía la fe de Israel. Pero él creía en Cristo y su fe la tenía que vivir a escondidas, porque como romano tenía que guardar el principio y obedecer y hasta adorar al César, como si fuera un dios. Entonces, aceptar a Cristo como un profeta era peligroso para él, pero aceptarlo como el Salvador era mucho más arriesgado.
El centurión mandó a rogar a Jesús que sanara a su criado a quien quería mucho y se encontraba moribundo. Cristo, que vio que era un soldado romano y no era común que un hombre de estos se le acercara, le dijo que iría a su casa. El soldado mandó a decir que no era necesario que fuera a su casa, porque una sola palabra suya bastaría para sanarlo (Lc.7, 6-7). Cristo no fue a la casa del centurión, pero hizo el milagro a la distancia.
Este centurión romano, más que los fariseos que se creían muy puros, se consideraba impuro. El fue más humilde y confió en que una sola palabra del Señor bastaría para que su criado sanara. El creyó que Cristo tenía todo el poder. ¡Tremenda fe la de esta hombre! Jesús quedó maravillado, manifestando que ojalá en Israel hubiera gente con tanta fe como ese señor (Lc 7, 9). Los que son llamados y elegidos muchas veces pierden la fe, pero ese gentil, ese pagano tenia más fe que muchos israelitas. Tremendo reproche que hace Jesús a lo largo de la historia de la Iglesia, porque en muchas ocasiones los que supuestamente somos elegidos o llamados tenemos menos fe que otra gente.
A partir del milagro de Cristo, nos imaginamos que este centurión cambió su forma de vivir. El tuvo la tremenda y única oportunidad, que es la misma que tenemos todos y que solamente nos la ofrece Cristo. ¿Para qué? Pues, para cambiar y ser mejores. El Señor, misericordioso y bueno, es quien tiene toda la fuerza y el poder. Cristo siempre deja una puerta abierta para que nos encontremos con El y solucionemos los problemas que más nos agobian. Cristo tiene la Palabra salvadora. El lo dice: "Vengan a Mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas y Yo los haré descansar" (Mt 11, 28).