Jueves 31 de julio de 2003

 

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Publicación de Editora Panamá América, S.A. que circula de forma gratuita y exclusiva en CRITICA LIBRE



  NUESTRA TIERRA

CUENTO
Toña La Curandera

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Ansabaquín París
NUESTRAtierra

Es hermoso el sol de la mañana que brilla sobre un cielo diáfano de color azul cobalto. Las colchas y mantas de retazos de tela con múltiples colores que se encuentran tendidas en el patio, parece una exposición de pintura modernista. También hay una pareja de talingos queriendo hacer el amor sobre la cuerda que sostiene la ropa, pero como ésta se mueve por el viento, les dificulta la tarea de procrear. Al frente se encuentra Dani, un avispado chiquillo que mira a la casa contigua y se le hace agua la boca pensando en la señora Toña que siempre le da alguna golosina. Siente ganas de ir a verla. Salta una pequeña tapia que separa las dos casas y se asoma por un orificio que ha horadado la polilla en una ventana. Seguidamente ve a Toña en paños menores sentada frente a una cómoda con espejos peinándose el largo y oscuro cabello. El cuerpo de Toña se veía perfecto, un deleite para quienes lo contemplaran. Y es que Toña todavía tiene muy bien plantado lo suyo. Es una cincuentona muy bien cuidada.

Toña se da cuenta de la presencia de Dani y lo invita a entrar. Le solicita ayuda para que lleve varios remedios a algunos de sus clientes que están padeciendo dolencias y que confían en sus poderes curativos de manera natural. La curandera, partera y consejera, es muy querida en el pueblo. Muchas de las personas que ella ha curado la invitan a sus casas a comer, invitación que no desaprovecha casi nunca. Porque ella vive sola. Su única familia es su hijo Benito que trabaja en la ciudad manejando un bus de la ruta urbana. El marido que tenía los abandonó cuando Benito era apenas un niño de tres años de edad.

Los del pueblo dicen que cada visita de Toña a sus casas es una llamada a la alegría y al regocijo. Y es que tiene gracia y sal por quintales, de igual manera se los pone a las historias y chistes picantes.

Aunque la mayoría del pueblo quiere mucho a Toña, por su forma de ser, siempre le andan preguntando cuándo participará de la santa misa; porque nunca la han visto entrar a la iglesia. La jovial cincuentona respondía que ese día llegaría "cualquier momento visitaré la Casa de Dios" decía. Sus vecinos no se explicaban cómo esa mujer tenía varios altares con las imágenes de santos de la iglesia católica en su casa, si ésta nunca entraba para nada a la capilla del pueblo.

A esta mujer le gusta hacer bromas con sus allegados. Nunca le hizo mal a nadie, y a los desconocidos los trataba como tal, pero con decencia y respeto. Creo que por eso se ganó la fama, el respeto, admiración y cariño de mucha gente. Jamás decía la cantidad de personas a quién prestó sus servicios de curandera, partera, y consejera. Lo que sí estaba bien claro era que todos los niños y niñas del pueblo nacidos desde su llegada, habían sido parteados por ella.

Los que quisieron buscar consejos, brebajes, pócimas y cualquier otro de sus tratamientos que fueran en contra de la salud o de la felicidad de sus semejantes, los rechazó porqué ella no estaba en este mundo para hacerle mal a nadie, solía decirles.

De todos los niños del pueblo, Dani era su preferido, su confidente y su mandadero. El también la quería mucho, igual que su familia. A Toña le gusta el café, el chicheme, el pan de la arena y sobre todo la música de Dorindo. Por eso en el pueblo conocían sus gustos y la complacían cuando los visitaba. Es soltera y no existe casa en ese pueblo y lugares vecinos, que no tenga amigas íntimas. Pese que en el pueblo las riñas eran cosas de todos los días, ella nunca intervino en ninguna disputa.

Un día, la mujer que ayudó a todos en el pueblo, que curó a muchos que fueron por un remedio a sus males comenzó a desinflarse como una vieja pelota de baloncesto. Dani escuchó decir a su madre: "Pobre Toña, que El "Divino Niño" te proteja, y te sane..." La salud de Toña se consumía. Se puso muy flaca con asombrosa rapidez. Su cuerpo se le puso tan blando como una muñeca de trapo. El pueblo se preocupó tanto, que le dieron toda clase de remedio a la curandera para que mejorara. Pero los sabihondos del pueblo se adelantaron a decir que a Toña le echaron brujería

Pasan los días y la salud de Toña no mejora. No ríe, no bromea y se la pasa preguntando qué es lo que tiene, qué es lo que le pasa "¿Dios mío, qué es lo que tengo?"

Su hijo Benito llegó de la ciudad para llevársela al hospital. Había mucha gente despidiéndola. Ella llamó a Dani para decirle: "Ora por mí, Dios siempre escucha a los niños".

Dani se quedó contemplando cómo el carro se perdía en el camino llevando a su amiga Toña... ¡Camino que para Toña, fue un camino sin regreso!

 

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