Desde la niñez las personas aprenden a mentir. Cuando alguien comete una trastada, le echa la culpa a su hermanito diciendo: "Yo no fui...fue Jorguito..." Así va creciendo el hombre hasta que ocupa altos cargos, pero -como ya no tiene a sus hermanito a quien culpar- señala con el dedo índice a los gobiernos anteriores y/o a entidades contrarias.
Un ejemplo claro de esto fue la crisis de Bocas del Toro. Es cierto que hubo muchos factores y muchos culpables. El problema es que todas las partes lel echan toda la culpa a las demás, y no reconocen para nada la suya. No importa cuántos muertos hayan ocurrido, ni cuántos heridos, ni cuántas pérdidas materiales. El muerto que lo carguen otros.
Estas personas que acostumbran a achacarle la culpa a los demás demuestran falta de profesionalismo. Como no tienen capacidad de respuesta, no saben qué hacer y recurren a decir "yo no fui".
Si usted anda en esta jugarreta, deje la ahuevazón y sea más serio cuando se trata de un asunto tan delicado como la vida de las personas.
Echarle la culpa a otro no resuelve la crisis, sino la empeora porque las personas quieren respuestas claras que definan su situación y no quieren a alguien que les eche un cuento chino.
En las oficinas públicas y privadas también ocurren estas vainas. Cuando sale un error culpan al departamento de al lado y viceversa.
Esta vaina es como cuando alguien se tira un pedo y de pronto ve a un perro y dice: No me miren a mi. Fue el perro papá. ¡Qué cochino!
Los panameños debemos ser más serios y aceptar que la cagada la cometimos y lo que debemos hacer es corregir la situación para evitar que se vuelva a repetir, ya sea un pequeño error laboral o una falla mecánica que le arranque la vida a muchos. Ojalá podamos crecer y dejar de ser enanos mentales en estos menesteres.