En el período comprendido entre 1960 y 1963, fue ministro de Gobierno y Justicia, el ciudadano Marco Aurelio Robles, quien posteriormente ocupó la Presidencia de la República. Siendo titular de Gobierno, don Marco se le ocurrió declararle la guerra sin cuartel al hampa. Delincuentes del bajo mundo de la época, no así los delincuentes de "cuello blanco", fueron perseguidos y cazados a tiros en las calles de la ciudad.
Este episodio, muy conocido en la historia republicana, terminó sin pena ni gloria, llevándose el ex gobernante a la tumba, como único trofeo, el sobrenombre de "Marcos Rifle". De esta manera, las clases populares se mofaban recordando al hombre que emprendió sin éxito aquella tormentosa aventura. Hoy, cuarenta y tantos años después, los delincuentes y ladrones de toda laya siguen multiplicándose como la mala hierba, y lo peor, emplean métodos y armas más sofisticadas que las de sus antepasados.
Tanto es así que, los carteristas y "merecedores de chino" de aquellos días que portaban bajo el gabán una cuchilla automática, han sido desplazados por mozalbetes menores de edad llevando escondida en cualquier parte de su anatomía una reluciente pistola 9 milímetros que descargan a las víctimas, mientras las despojan de sus pertenencias, e incluso, en una muestra clara del control que poseen de la situación, se enfrentan a tiros con la policía.
A estas alturas, la batalla entre la ley y el delito ha extendido sus fronteras y se desarrolla, como en los tiempos de los corsarios y piratas, en el mar abierto, donde narcotraficantes, sicarios e inmigrantes huidos de sus países de orígenes, se enfrentan a la policía dotados de sofisticados medios de locomoción, en lanchas rápidas, aviones y helicópteros, empleando armamento de largo alcance y hasta teléfonos satelitales para comunicarse. Recordando el fallido intento de don Marco Aurelio Robles para sojuzgar al hampa, hoy se puede, fácilmente, arribar a la conclusión de que las prácticas represivas sólo tienen efectos momentáneos y que, para que estas tengan efectos duradero, deben ir acompañadas de la transformación integral del ser humano, donde la clase política que dirige el país posea la suficiente autoridad para pedirle cuentas de sus actos a los demás.