La Asamblea Nacional de Diputados completó ayer los tres debates en torno al proyecto de ampliación del Canal de Panamá. El artículo 325 de la Carta Magna establece que el referéndum para que los panameños aprueben o rechacen esa propuesta, no deberá celebrarse antes de los tres meses siguientes a la aprobación legislativa. Así las cosas, la consulta popular podría realizarse entre el 15 y el 22 de octubre.
La obra que contempla una inversión de 5, 250 millones de dólares incluyendo un financiamiento de 2, 300 millones de dólares, debe ser pagada con una sobretasa a los peajes que pagan los barcos que transitan por la vía acuática.
La ampliación será el mayor proyecto acometido por Panamá en toda su historia. Lo que corresponde ahora, luego del trámite legislativo, es que los panameños se informen adecuadamente y ejerzan su voto bajo el análisis de la conveniencia o no para el país y no para castigar o premiar al gobierno de turno.
Así mismo, la Autoridad del Canal también debe aprender a hablar el idioma del panameño común, que percibe que esa entidad sigue siendo algo inalcanzable para ellos. Al ciudadano de a pie le importa un pepino los millones que aporte o deje de aportar la vía acuática, si él no percibe que algo de esa riqueza del país le favorece a través de una mejor educación para sus hijos, mejoras en la infraestructura del país y una eficiente atención médica en los hospitales estatales.
La ampliación se promueve bajo el argumento que la construcción de buques que exceden las actuales dimensiones de las esclusas del Canal inauguradas l 15 de agosto de 1914.
La tendencia del comercio marítimo es la construcción de buque post Panamax.
Ya los puestos de la Costa Este del imperio norteamericano están profundizando su cauce para permitir el ingreso de esos monstruos con capacidad para transportar hileras de contenedores.
Corresponderá al pueblo panameño tomar la decisión final sobre la ejecución o no de esa obra. El deber de todos es informarse, analizar y conforme a ello tomar la decisión que mejor le parezca. Lo imperdonable sería es votar a lo loco.