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La administración pública se está convirtiendo en otro elemento de violencia contra la población. Es usual encontrarse con funcionarios que no resuelven las peticiones que les competen en su gestión.
El panameño, generalmente es muy tolerante y con una contestación acepta la respuesta, olvidándose que hay diferentes por encima del funcionario poco importa.
En muchas entidades públicas nos encontramos con personas que no tienen ningún conocimiento para el cargo que desempeñan, no tienen urbanidad y desconocen los procedimientos.
También, pareciera que lejos de desburocratizarse la actividad pública, ocurre lo inverso y las computadoras padecen la misma enfermedad de los burócratas.
El gobierno va a tener que crear sistemas de control y supervisión y los altos jefes van a tener que, en forma imprevista, bajas a las diferentes plantas de atención a los usuarios de los diferentes servicios, y los jefes inmediatos van a tener que estar en tantas reuniones y abrir sus puertas al público para que puedan recibir sus quejas.
Queremos la inversión extranjera, el desarrollo de la microempresa, la ampliación del capital nacional, pero los empleados mal intencionados están acabando con el aliento de los panameños.
Estos funcionarios son los que le hacen daño a los contribuyentes y a cualquier gobierno, y uno se percata de ello, cuando por desgracia nos toca hacer una gestión en alguna entidad del Estado. |
