Como si fuera una alfombra de algodón, la neblina bajaba de la punta del cerro El Gaital, en El Valle de Antón. Era la una de la tarde y aunque había sol, la humedad formaba la fría neblina que poco a poco cubriría los enormes cerros llenos de vegetación, conocidos como las Tres Marías.
Al ver la neblina pensé que estaba justificado el gasto de ir unos días a El Valle de Antón.
Realmente eso era lo que quería. Apartarme del candente sol que hacía en la capital del país, y sumergirme en el fresco ambiente semirural de ese paradisíaco lugar.
La llovizna que trajo la neblina por horas me impidió ir a visitar por mil y una vez, los famosos árboles cuadrados.
Ni qué pensar en recorrer el curioso zoológico El Níspero. Sólo me acerqué al chorro El Macho para ver los busitos llenos de turistas extranjeros, disfrutando de nuestra naturaleza.
Y es que el turismo que va a los modernos hoteles de las playas de Coclé con "todo incluido", se da su vueltecita por El Valle de Antón.
Los emprendedores ecuatorianos que dominan parte del comercio de artesanías, están contentos con este repunte turístico de ese tranquilo lugar, ubicado a menos de dos horas de la capital.
Siempre El Valle ha sido lugar de veraneo y compra de artesanías. Desde que se arregló la carretera de acceso lleno de curvas, es más fácil visitar el sitio.
Se nota el progreso en este remanso de tranquilidad y buen clima. Nuevos negocios de abarrotería y artesanías, así como ofertas hoteleras y restaurantes, lo convierten en punto turístico que muchos panameños no conocen.
La gente vallera es cordial y sencilla, aunque quieren sacarle el real al turista con cuentas y picardías propias de negociantes.
Debo advertir que ya están apareciendo algunos huecos incómodos en calles concurridas, cosa que no estaba meses atrás. No esperemos, que como ocurrió con la Interamericana, el problema se agrave.
Muchos artesanos panameños viven de sus ventas en el mercado de El Valle. Ahora sus productos salen fácilmente del país en las maletas de los turistas europeos y canadienses, que van a los hoteles de playa.
Este lugar es ideal para pasar una descansada jubilación; para alejarse del "mundanal ruido" de la estresante capital. Allí no encontrará los angustiosos "tranques" de todos los días "que sufrimos los capitalinos".
Aunque sus ríos y quebradas ya no pueden ser usados para bañarse por la contaminación, todavía las montañas llamadas India Dormida nos indican que existen en Panamá sitios agradables y sanos.