CUARTILLAS
Sobrevivir
Milcíades A. Ortiz Jr.
La señora alzó
la voz y dijo molesta: "Dicen que hay desempleo en Panamá, pero
busque Ud. a un plomero ¡y no lo encontrará!"
No sólo el plomero, también cuesta encontrar alguien que
le arregle unos muebles, o haga un trabajo pequeño de albañilería,
repare una máquina, etc.
Pero siempre existen las excepciones. Conozco el caso de un señor
que sabe arreglar sillas y muebles. Puso un aviso económico en los
diarios y con una vieja moto buscaba sillas y sillones dañados. Trabajaba
tan bien y ahorraba, que en poco tiempo compró un pequeño
camión de segunda mano. Y dejó de ser desempleado para convertirse
en "pequeño empresario".
El otro no tenía estudio ni habilidad. Entonces en lugar de ponerse
a lamentar, compró grandes paquetes de pastilla y galletas y fue
a venderlos a la universidad. Ya tiene veinte años y de eso ha vivido
en forma humilde pero honrada, sin mendigar, robar o violar las leyes para
subsistir.
Así también actuó aquella dama que hacía
buenas tortillas y empanadas. Dejando a un lado la vergüenza (porque
el trabajo honrado no avergüenza), puso su paila en la entrada de un
ministerio. Luego instaló un pequeño quiosco y hoy es dueña
de seis "negocios" de frituras en la capital.
Otro logró sobrevivir ofreciéndose para...×hacer mandados!
Aunque parezca mentira, hacía pequeños recados, cobros, pagos
de cuenta. Incluso compraba el almuerzo para personas que no podían
abandonar el trabajo. Y todas ellas les daban su propina. Al final del día,
propina a propina tenía suficiente "para poner la olla".
También otro emprendedor panameño instaló cocinas
para los obreros de la construcción, previo acuerdo con los empresarios.
No se conformó con una fonda y hoy dirige todo un negocio de alimentación
para constructores.
(Y que no me olvide aquel que se gana los reales en la U. vendiendo plumas,
repuestos, relojes baratos y baratijas. La gente le agradece el servicio
y él dejó de pertenecer a las estadísticas fatales
del desempleo).
Ya es legendario el caso del empresario que comenzó vendiendo
empanadas en el viejo Hipódromo, y con su esfuerzo se convirtió
en un adinerado que impuso una moda en las comidas rápidas típicas
del país.
Hay quien que ante el hambre se dedicó a empaquetar carbón
y venderlo en abarroterías de las afueras, con buen éxito.
Otro recoge sobras de cobre y aluminio para reciclarlas, mientras que los
hay que empaquetan maní para venderlo al menudeo en actividades deportivas
(el famoso "maní campeón" fue uno de estos, hace
años atrás).
Sobrevivió aquella dama que cuando la botaron del empleo, se puso
a pasar tesis de graduación en su casa y llegó a ganar más
que el salario anterior.
Bueno, los ejemplos de dignos panameños que no se quedaron rumiando
el ser desempleados y han vivido honradamente, son muchos y dignos de elogio.
Ahora existe un banco dedicado a prestarle a estas personas, cosa que
es merecedora de aplauso. Ante la crisis, sobreviven los más creativos
y trabajadores.
Por eso cuando me hablan de estadísticas horribles de desempleo,
pienso que le falta a muchos panameños el coraje para trabajar por
su cuenta, sin estar esperando el cómodo puesto público semi-botella.
Algunas de estas personas con el llamado "sub-empleo" lograron
suficientes ingresos para vivir cómodamente. Y no es raro encontrar
un adinerado que hizo su plata desde una ocupación humilde, que él
logró desarrollar a base de esfuerzo y ahorro.
Tal vez haga falta mayor auto-estima en ciertos panameños vagos,
o eso que llaman iniciativa y sentido común. Lo cierto es que muchos
sufren el desempleo porque no se esfuerzan por hacer una actividad económica
por su cuenta.
Países del Tercer Mundo (subdesarrollados) necesitan personas
con iniciativa y coraje para desarrollarse, como los casos que he mencionado.

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