MENSAJE
El águila que arrebató al
niño
Hermano Pablo,
Costa Mesa, California
Era un día de campo
en las cercanías de Corinto, Grecia, la misma Grecia donde en la
antigüedad Faetón conducía la carroza del sol, donde
Marte encendía la sangre bélica de sus veraneantes, y donde
Venus hechizaba a las muchachas con sus galanteos.
La familia Paisanidis estaba de paseo cuando de repente una enorme águila
bajo del cielo como un rayo y arrebató a su hijito de dos meses que
dormía en una cesta. Fue un momento de pánico, de horror.
Al bebé no lo hallaron sino varias horas después en la cima
de un cerro y con las señales de las garras del ave en su cuerpecito,
pero, felizmente, vivo.
Nunca pensó esa familia griega que de repente un águila
fuera a bajar del cielo para darles ese tremendo susto y hacerlos sufrir
horas de angustia. Sus presas son, normalmente, animalitos de tierra, ardillas,
conejos, ratones, y a veces corderitos, pero esta vez el águila se
arrojó sobre una criatura humana para llevársela a su nido.
Sabía usted que hay otra clase de águila que está
siempre al acecho y que baja súbitamente a nuestro nido hogareño
para arrebatar a alguno de nuestros hijos? Esa águila no tiene garras
de ave, sino que viene en cajitas diminutas, en sobrecitos de apariencia
inofensiva. La sustancia que contiene se le entrega a un niño, a
una niña, quizás en su propia escuela, y aquello que parece
ser un inofensivo polvillo resulta ser una droga que se apodera de ellos
y los atrapa con más potencia que las garras de un águila.
Hay además otra águila arrebatadora. Es esa destructora
idea amoral que dice que nada es bueno y nada es malo, la cual arrastra
a los adolescentes convenciéndolos con frases como: "Todos lo
hacen, por qué no tú también?", y: "La virginidad
es anticuada; tú debes realizarte como mujer". Y el jovencito
y la jovencita que recibieron, quizá, una buena formación
espiritual y moral en la casa, caen víctimas de aquella filosofía
humanística que pretende darle muerte al Dios de la Biblia para suplantarlo
con las falsas doctrinas de la deidad humana.
Mi querido padre, mi querida madre, acérquese al Dios de los cielos,
y busque el consejo espiritual, la fuerza moral, y la gracia salvadora que
está en Cristo Jesús. El puede librar a sus hijos de las garras
de toda áquila destructora. No pierda la fe.


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