Los panameños, entiéndase gobierno, empresa privada y la sociedad en general, no le estamos dando a los recursos hidrográficos, especialmente a los ríos que producen el agua que utilizamos para beber y mover el potencial industrial, la importancia que se ameritan. Basta con observar el alto grado de contaminación por los desechos sólidos que son arrojados en sus cauces y la destrucción de la capa vegetal en las cuencas donde nacen las principales corrientes de agua dulce, para darnos cuenta que tarde o temprano nos enfrentaremos a una realidad trágica y sin retorno.
En Panamá, las estrategias de conservación de los ríos no han pasado de los pronósticos sombríos con que nos advierten con frecuencia estudiosos del tema y de otras acciones que desarrolla de muy buena fe la Autoridad Nacional del Medio Ambiente (ANAM).
Frente a un panorama tan incierto, se hace urgente la creación de un Ente dedicado por entero a elaborar políticas y estrategias a corto, mediano y largo plazo que den como resultado la continuidad de un recurso tan valioso para la economía nacional y la supervivencia misma de la especie humana, como es el agua.
Hay que realizar un inventario general de los principales ríos con todas sus características físicas y cuencas donde nacen, para elaborar una estrategia de protección y conservación partiendo de la realidad actual.
Los daños que ocasiona la población empujada por la expansión urbana, el uso indiscriminado del agua con fines agrícolas e industriales y la elaboración de planes estratégicos tendientes a conservar este valioso recurso en una sociedad cada día más mercantilizada, tendrán que ser observados desde instancias menos vulnerables que la política y los argumentos de rentabilidad económica. |