EDITORIAL
Descontaminación
de los Polígonos
Una semana
nos separan de la reversión programada de Sherman y Emperador;
áreas donde los norteamericanos realizaron actividades
militares con explosivos y otros elementos guerreristas; terrenos
que deben devolverse a la soberanía panameña saneados
de artefactos sin detonar y neutralizados de sustancias químicas
mortíferas que allí se hubiesen depositado.
Las normativas contractuales de Panamá y Estados Unidos
establecen claramente la responsabilidad norteamericana de acometer
las tareas sanitarias que permitan con idoneidad utilizar dichos
terrenos en actividades civiles, productivas, valiosas, como
señala el Plan Ganeral de Usos de Suelos.
Sin embargo, la superficial actividad localizadora de explosivos
realizada con la presencia panameña concluyó cuando
Panamá, con sus voceros oficiales reclamó labores
de mayor profundidad, extensión y premura; razón
por la cual los norteños, al tenor de directrices de los
castrenses de la Defensa del Pentágono, las llevaron a
punto muerto, sin avanzar las negociaciones, desmontando las
instancias técnicas y asesoras, que habían establecido.
Ahora, el Gobierno panameño en comunicado de Relaciones
Exteriores anuncia que informará a la opinión pública
los elementos conceptuales que sustentan su posición en
torno a tales trabajos de descontaminación, y lo hará
antes de viajar el Canciller Ritter, a la Cumbre de Río
de Janeiro, Brasil, y reiterará la postura nacionalista
adoptada en las suspendidas conversaciones.
La vocería que manifiesta el Embajador panameño
en Washington, Dr. Eloy Alfaro, desnuda la renuencia de los expertos
del Pentágono a cumplir los extremos contractuales de
los pactos Torrijos-Carter en esta sensitiva materia, y conduce
a diseñar estrategias defensivas panameñas ante
el incumplimiento norteamericano, las que pasan por la internacionalización
del reclamo nativo, afianzándose en las previsiones de
la Convención descontaminadora que rige a nivel mundial.
Panamá no debe aceptar, en manera alguna, la entrega
de las áreas de Piña y Emperador, puesto que hacerlo
exoneraría a los norteamericanos del compromiso, y recargaría
en los panameños las tareas onerosas y delicadas que esos
trabajos conllevan.
En este derrotero se impone tener presente que existen organizaciones
ecologistas, con amplios conocimientos y recursos disponibles
que pueden respaldar la posición reclamadora panameña,
y empujar en todos los escenarios la plena justicia y equidad
que asiste a nuestro país; de igual manera, Naciones Unidas
tiene programaciones similares, ya utilizadas en Irán
y otros países.
Panamá requiere multiplicar las denuncias y alcanzar
respaldos y consensos que se conviertan en soluciones de éxito,
actuando sin demoras, ni disimulos.
PUNTO CRITICO |
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