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Martes 22 de junio de 1999


EDITORIAL
Descontaminación de los Polígonos

Una semana nos separan de la reversión programada de Sherman y Emperador; áreas donde los norteamericanos realizaron actividades militares con explosivos y otros elementos guerreristas; terrenos que deben devolverse a la soberanía panameña saneados de artefactos sin detonar y neutralizados de sustancias químicas mortíferas que allí se hubiesen depositado.

Las normativas contractuales de Panamá y Estados Unidos establecen claramente la responsabilidad norteamericana de acometer las tareas sanitarias que permitan con idoneidad utilizar dichos terrenos en actividades civiles, productivas, valiosas, como señala el Plan Ganeral de Usos de Suelos.

Sin embargo, la superficial actividad localizadora de explosivos realizada con la presencia panameña concluyó cuando Panamá, con sus voceros oficiales reclamó labores de mayor profundidad, extensión y premura; razón por la cual los norteños, al tenor de directrices de los castrenses de la Defensa del Pentágono, las llevaron a punto muerto, sin avanzar las negociaciones, desmontando las instancias técnicas y asesoras, que habían establecido.

Ahora, el Gobierno panameño en comunicado de Relaciones Exteriores anuncia que informará a la opinión pública los elementos conceptuales que sustentan su posición en torno a tales trabajos de descontaminación, y lo hará antes de viajar el Canciller Ritter, a la Cumbre de Río de Janeiro, Brasil, y reiterará la postura nacionalista adoptada en las suspendidas conversaciones.

La vocería que manifiesta el Embajador panameño en Washington, Dr. Eloy Alfaro, desnuda la renuencia de los expertos del Pentágono a cumplir los extremos contractuales de los pactos Torrijos-Carter en esta sensitiva materia, y conduce a diseñar estrategias defensivas panameñas ante el incumplimiento norteamericano, las que pasan por la internacionalización del reclamo nativo, afianzándose en las previsiones de la Convención descontaminadora que rige a nivel mundial.

Panamá no debe aceptar, en manera alguna, la entrega de las áreas de Piña y Emperador, puesto que hacerlo exoneraría a los norteamericanos del compromiso, y recargaría en los panameños las tareas onerosas y delicadas que esos trabajos conllevan.

En este derrotero se impone tener presente que existen organizaciones ecologistas, con amplios conocimientos y recursos disponibles que pueden respaldar la posición reclamadora panameña, y empujar en todos los escenarios la plena justicia y equidad que asiste a nuestro país; de igual manera, Naciones Unidas tiene programaciones similares, ya utilizadas en Irán y otros países.

Panamá requiere multiplicar las denuncias y alcanzar respaldos y consensos que se conviertan en soluciones de éxito, actuando sin demoras, ni disimulos.

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