La Selección de Francia y Sudáfrica se juegan la vida hoy en el Mundial Sudáfrica 2010 en el estadio Free State de Bloemfontein, al cual los europeos llegan en medio de un torbellino de insultos, acusaciones, peleas y hasta huelgas, en tanto los locales sueñan con pasar a octavos.
En la concentración francesa en el balneario de Knysna se habla de cualquier cosa menos de fútbol, tras la implosión que produjeron los insultos del delantero Nicolas Anelka al técnico Raymond Domenech en el entretiempo del partido ante México.
La posterior filtración a la prensa dejó a los jugadores mirándose de soslayo en busca de un "traidor" como dijeron algunos y la negativa de Anelka a disculparse le ganó la expulsión del equipo y el regreso a Londres, donde juega para el Chelsea, previa escala en París.
Pero, en una cadena que parece no tener fin, los jugadores se negaron a entrenar en protesta por la decisión de la Federación Francesa de Fútbol de eliminar a Anelka de la plantilla.
Ello motivó a su vez amenazas de renuncia, la intervención del gobierno en persona de la ministra de Deportes Roselyne Bachelot y grandes titulares en los medios franceses sobre la vergüenza de todo el asunto.
"Pienso que ya comienza a ser suficiente. Hemos tocado fondo, somos el hazmereír del mundo entero", dijo el ex internacional francés Jean-Pierre Papin en declaraciones a la radio France Inter.