El debut de Brasil en las últimas ocho ediciones del Mundial ha demostrado que aunque no le sobra riqueza técnica, con lo que tiene le alcanza siempre para destacar en la aristocracia del fútbol.
Desde Júnior, Zico y Sócrates, pasando por Romário y Bebeto o Rivaldo, Ronaldo y Ronaldinho Gaúcho hasta Robinho, Luis Fabiano y Kaká, la constante parece indicar que una cosa es tener una estela de figuras reunidas y otra que juntas jueguen bien, lo que tampoco es garantía de que lo hagan bonito.
Pero en cuestión de resultados Brasil aprendió en diecisiete de las diecinueve ediciones que ya jugó que lo importante es el fin y no si el método es estético y aplaudido por casi todo el mundo.