Cuando un fanático llega a un estadio de fútbol a ver a su selección jugar, antes de que inicie el juego, su rostro denota una alegría única, las ansias de verlos en la cancha y que sean superiores que su adversario es tan grande, que lo reflejan en sus miradas. Pero con el desarrollo del partido, los nervios de acero se desvanecen, más cuando no se logra anotar goles o simplemente se llevan la peor parte, la derrota.
Esto es lo que sucedió con algunos hinchas de España, Sudáfrica y Honduras, con el juego de ayer.