Bajo la consigna "La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra", se celebró en la ciudad de Cochabamba, estado plurinacional de Bolivia, la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el cambio climático y los derechos de la Madre Tierra.
Al concluir la cumbre, el presidente Evo Morales afirmó que si los países desarrollados hubiesen cumplido con los acuerdos de Kioto y reducido sustancialmente sus emisiones dentro de sus fronteras, la conferencia de Cochabamba no hubiera sido necesaria.
Por primera vez, un evento reunido alrededor de un tema tan crucial como el calentamiento global, dejó a un lado el discurso superficial y penetró en las raíces profundas del problema que tiene a la humanidad al borde del precipicio.
En el acuerdo de los pueblos, que surgió del encuentro, se llegó al consenso de que el sistema capitalista impuso al mundo una lógica de competencia, progreso y crecimiento ilimitado, lo que busca la ganancia sin límites, separando al ser humano de la naturaleza, convirtiendo todo en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la biodiversidad, la justicia, la ética, los derechos de los pueblos, la muerte y la vida misma.
Bajo el capitalismo, la Madre Tierra se convierte en fuente sólo de materias primas y los seres humanos en medios de producción y consumidores, en personas que valen por lo que tienen y no por lo que son, denunciaron los asistentes de más de 140 países.
En las conclusiones se adoptó la vía de una visión compartida que busca hacer efectivo el artículo 2 de la Convención de Naciones Unidas que determina la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, a un nivel que impida interferencias antropogénicas peligrosas para el sistema climático.