EDITORIAL
Diagnóstico económico
La corrupción galopante y el creciente tráfico de influencias han incidido en la crisis financiera que percibe el pueblo panameño y que se asemeja a la contracción económica que se vivió durante los años de la dictadura castrense.
Almacenes cerrados y negocios en quiebra son la tónica dominante en el comercio local.
Las bajas ventas por la falta de circulante es la característica de establecimientos que venden al detal y que se muestran pesimistas en lograr una recuperación por los motivos antes expuestos. Mientras altos personeros del Gobierno proclaman un régimen de austeridad, se anuncian viajes a Guatemala, El Salvador y Brasil en abierta contradicción a la supuesta política oficial, no sin antes impedir que avance una obra que no es prioridad, como es la del palacete que albergará las oficinas de los vicepresidentes y el Ministerio de la Presidencia y que tendrá un costo de dos millones y medio de balboas. Los que se ganaron la licitación de este edificio son presuntamente personas vinculadas al actual Gobierno.
Causa extrañeza y despierta suspicacia que en las riberas del Canal se halla anunciado la construcción de un programa de viviendas y que en sólo cuatro meses el Consejo de Gabinete autorizara la construcción de la obra. Un terreno que pertenecía a la ARI ahora aparece en concesión a una empresa privada con gente ligada como asesores del actual régimen.
Pareciera que el pueblo panameño y algunos de sus dirigentes sufren de amnesia histórica, porque no han sabido filtrar o no han querido depurar a personajes que han estado con todos los gobiernos, desde los corruptos politiqueros del pasado hasta los militares. Y así vemos el grado de influencia que ostentan y el poder de decisión del que hacen gala, casi siempre en contra de los intereses de la nación y del pueblo. Todavía a estos modernos depredadores que gravitan en las esferas gubernamentales ningún gobierno los ha puesto en su lugar, porque salen ilesos de todas las acusaciones y de situaciones que en otros países ameritarían la prisión.
En los almacenes sigue creciendo el número de baratillos y nadie compra; ha bajado el consumo de arroz, maíz, carne y de la canasta básica familiar porque el dinero no alcanza para satisfacer las mínimas necesidades, y crece el desaliento y la incertidumbre porque esta situación mejore, porque los privilegiados en el poder gobiernan de espaldas al pueblo, como si permanecerán eternos en sus puestos. En este país ya hay hambre y miseria que el pueblo no puede ocultar y rumía su desilusión distrayendo su atención con espectáculos deportivos y musicales.
PUNTO CRITICO |
 |
|