Viernes 14 de junio de 2002

 

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Ser padre, el clímax del amor

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Juan B. Ureña B.
ConTacto

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¿Cuántas veces le dices a tus hijos lo mucho que los amas?... No es suficiente con atender cada una de sus necesidades o acudir a consolarle cuando llora; los cariños y mimos también son imprescindibles. Los padres que no escatiman besos y caricias tienen hijos más felices. Demuéstrales que tu amor es incondicional y que no está supeditado a las circunstancias.

Una lágrima corre por el rostro de Carlos. Eran las dos de la madrugada y esperaba que luego de veinticinco años apareciera un hombre por la puerta de su casa para decirle en ese día tan especial ¡Feliz día papá! Pero nunca, nunca entró. El señor Rodolfo, como él conocía a su progenitor, se desapareció a los tres días de su nacimiento y jamás dio su cara y mucho menos su amor.

Pasaron las horas y Carlos recordaba, sentado en el sillón de la casa, cómo fueron sus días escolares sin su padre al lado, pero con una madre, Aura, quien nunca dejó de acompañarlo en su crecimiento. De pronto se hicieron las cinco de la mañana, Angélica buscó por todo el cuarto a su amado esposo, sigilosamente Carlitos y Cecilia llegaron con pequeños paquetes entre sus manos, al cuarto de su padre. No está le dijo su madre. Pero los pequeñines olieron a su padre en la sala y corrieron hacia sus brazos.

La tristeza de Carlos repentinamente se transformó en la dicha más grande que hombre alguno puede tener. Algunos me dirán lo contrario y dirán con mucha seguridad que el sexo o una buena borrachera es lo ideal para que un hombre se sienta bien. Pero el que ha disfrutado el abrazo y el beso de una linda niña o de un inquieto bebé al momento de llegar a la casa, sabe de lo que hablo.

La "profesión" de ser papá es la mejor pagada en todo el mundo. Aunque haya que doblar turnos, trasnocharse constantemente o sufrir de dolores de cabeza por el mal comportamiento de los hijos, la satisfacción del deber cumplido al verlos graduarse, triunfar en un juego, ganar premios, trabajar en lo que les gusta o simplemente observarlos dormir a gusto en su cama, pagan todos estos sacrificios.

Carlos descubrió este placer infinito y lo aprovecha día a día jugando con sus hijos, llamándolos por teléfono en las tardes desde su trabajo o simplemente llevándoles una "burundanga" en las noches, a lo que ellos alegremente le dan un beso y una inmensa gracias.

Lastimosamente la historia de los problemas de paternidad no han cambiado en nuestro país, con el pasar de los tiempos. La irresponsabilidad en las relaciones sexuales de muchas personas acrecienta día a día las familias incompletas. En la mayoría de los casos sin padres presentes. Las últimas estadísticas han anotado que las familias panameñas carecen del "hombre de la casa", convirtiéndose esto en la causa de posibles traumas en los hijos.

Para desdicha de muchos no existe un manual que enseñe cómo ser un padre excelente. Las experiencias y, sobre todo, el amor son las mejores armas para enfrentar las difíciles situaciones de la paternidad.

Como Carlos sintió en carne propia la falta de la supuesta "voz fuerte" del hogar, no escatima esfuerzos para mejorar su "trabajo del amor". Él está consciente de que el secreto de la felicidad no está en darle todo a los hijos. Esto lo tiene claro desde que en la secundaria conoció a Esteban, su mejor amigo hasta la fecha.

Este chico tenía a su padre en casa, pero era como si no lo tuviera... él le daba todo lo material, nunca les faltaba dinero, pero jamás supo lo que era escuchar un te quiero de parte de su padre. Pocas veces lo veían en la semana, debido a su trabajo. ¿Se puede considerar esto un padre? Juzga tú.

Igualmente en nuestro ámbito notamos cómo los padres cuando ven por primera vez a su hijo borracho lo juzgan, pero ¿no es esto consecuencia de su ejemplo? No le podrás exigir a tus hijos si no le brindas los parámetros correctos para desarrollarse en la vida. Un buen ejemplo es la clave del éxito en esta faena.

Algo que le ha resultado muy beneficioso en la relación de Carlos con sus hijos es nunca prometerles un castigo y no llevarlo a cabo. Aunque a él le duela en el alma lo tiene que hacer. Esto es de suma importancia para asegurar la confianza de sus hijos. Si él promete otra cosa, ellos no lo van a tomar en serio.

¡PAPÁ, ÓYEME POR FAVOR!

Vemos, con mucha regularidad, cómo la comunicación en la familia se va perdiendo poco a poco. Esta enfermedad ataca, curiosamente, en primera instancia a los padres, debido a la seriedad que los caracteriza y la sobriedad que la sociedad le imprime a este rol.

En cierta ocasión un profesor, luego de muchos meses de trabajo y seguimiento, reunió a los padres de sus alumnos. Les habló de los problemas que le habían ocasionado sus estudiantes y cómo él conversando descubrió que la raíz de todos esos problemas era la falta de comunicación con sus padres. Al decirles que sus hijos lloraron en su hombro por el dolor de no conocer al hombre que llegaba tarde en la noche y al que ellos por costumbre le llamaban papá, muchos rostros se entristecieron. Lo bueno fue que Juan, el Profe., tenía del otro lado de la pared a sus alumnos, ellos entraron luego de un rato y empezaron los abrazos y las conversaciones que hasta la fecha no han terminado.

Muchos de los problemas de violencia de los adolescentes, en la actualidad, se pueden corregir con una simple conversación. Mientras que mamá le decía al niño ¡con cuidado!, el papá le gritaba uno más, al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Quien más que ese alentador de la infancia y de la adolescencia para que con la rigurosa voz que lo caracteriza lo aliente a ser siempre mejor.

Es muy importante enseñarle a los hijos a valorar todas las cosas, en especial el valor de la vida. La voz del padre es de importancia suprema: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño. El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.

Al fin y al cabo, lo vital en una relación padre e hijo es el amor, en ambas direcciones. Comprensión en todas las edades del padre. Como dice un adagio, "no verás a tu padre con la misma lupa a los siete años, que a los treinta". Lo triste será que pierdas a tu papá y nunca le hayas dicho "te quiero viejo", o que un padre se muera y jamás le haya dado a su hijo o hija un beso, acompañado de las más dulces palabras de amor.

 

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