En algunos pueblos cuando alguien está indeciso exclaman: "estás como la Niña de las Dos Tortas". En México cambian a la niña como sujeto y la frase se transforma en "El Perro de las Dos Tortas": ni con una ni con otra.
Muchas personas andan en la vida de esa forma. Quieren andar nadando en dos aguas, como decir con Dios y con el Diablo.
La vida entera involucra decisiones. Cada día tomamos uno u otro camino. A veces acertamos y otras nos estrellamos, pero lo que cuenta es que cuando sufrimos un revés por muy doloroso o penoso que éste sea, podemos sacar una lección.
¿Quién no ha tenido problemas?. Unos son más sencillos que resolver y otros complicados, pero lo que no podemos es ser unos permanentes indecisos que recurrimos a tener varias puertas abiertas para escapar o para mejor dicho no decidir.
No sea ni niña ni perro de las dos tortas. A veces hay que atreverse a seguir un sendero determinado, para no lamentarse luego y quedar con la incógnita permanente de lo qué fuera su vida si se hubiese atrevido a esto o a lo otro.
Cuántas personas lamentan hoy día no haberse arriesgado por un sueño. Está el caso típico del empleado que tiene miedo a recorrer nuevos horizontes laborales. Se le presentó una buena oportunidad, pero demoró y demoró su decisión. Pensaba que era más vivo que nadie y su intención era tener siempre dos puertas abiertas. Al final se quedó envuelto en el tema de las dos tortas: ni con una ni con otra. Fue despedido de su trabajo original y la plaza que le ofrecían se la otorgaron a otro que sí se atrevió.
¿Cuál es la moraleja de todo?. Que no se puede ser cobarde en la vida; que la gente tiene que atreverse a luchar por lo que cree y no estar dentro de la burbuja del temor permanente, porque vivir así no tiene sabor o para ser más directo: no vale la pena.
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