Hay quienes sostienen que la vista es el más -no uno de los más- sino el más importante, órgano del cuerpo humano, y aunque tal concepto es discutible, esa discusión no es el objetivo de las presentes reflexiones.
El Dr. Mauro Membreño, en una excelente pieza literaria sobre el nacimiento del "Banco de Ojos de Panamá" -Revista Cultural Lotería No. 439, Nov./Dic. 2001- nos revela todo un mundo sobre la creación de dicho 'banco', para beneficio tanto de la medicina moderna, como para la población en general, respecto de la necesidad que se tiene de contar con donaciones de córneas. Así, exprofesamente he obviado el relato hecho por el Dr. Membreño sobre el 'banco', para contar con el espacio para reproducir aquí -como lo hizo el propio Dr. Membreño en su artículo- la traducción de lo que Robert Test, en el Cincinnati Post, tituló, "Recordarme", que dice:
"Llegará el día cuando mi cuerpo yazca tendido en una blanca sábana de hospital, a donde sólo llegan los enfermos y los moribundos. Llegará el momento cuando un médico determine que mi cerebro ha cesado de funcionar, y que a pesar de todos los intentos, mi vida se ha extinguido. Cuando esto pase, no intentes reanimarla con el uso de una máquina, ni llames a ésta mi cama de muerte, sino mi cama de vida, y permite que mi cuerpo sea tomado de ella, para ayudar a otros a llevar existencias más plenas.
"Da mis ojos al hombre que nunca ha visto un amanecer, el rostro de un bebé, o el amor en los ojos de una mujer. Da mi corazón a la persona a la cual el suyo sólo le ha causado días de interminable dolor. Da mi sangre al adolescente que fue extraído de los restos de su carro, para que él viva y pueda ver a sus nietos jugar. Da mis riñones a uno que dependa de una máquina para vivir. Toma mis huesos, mis músculos, cada fibra y cada nervio de mi cuerpo, y busca la forma, de manera que un niño inválido camine (...) Quema mis despojos y dispersa las cenizas al viento para que sirva de abono a las flores. Y si algo debes sepultar, permite que sean mis faltas, mis debilidades y mis prejuicios contra mis semejantes. Dona mis pecados al demonio y da mi alma a Dios. Y si deseas recordarme, hazlo con un gesto o una palabra amable. ¡Au Revoir!