Los recuerdos del encantador de serpientes tico brasileño aún siguen retumbando en los oídos de la "Marea Roja"... son como esos ingratos recuerdos que sólo nos hacen autocastigarnos cada vez que miramos en la pantalla a El Salvador en la hexagonal.
Los salvadoreños no tienen la culpa. Ellos hicieron lo que saben hacer y nosotros con nuestro castillo de naipes nos fuimos abajo. Plata mal gastada, retraso futbolístico, dolores de cabeza y, sobre todo, frases que no dan consuelo como "que hubiera pasado si...", en fin, algo de masoquismo, aunque pocos lo aceptemos, pero sí, fue una era tan deplorable como la del hermano brujo de Maturana, es decir, que en pleno siglo XX nos cambiaron espejos por nuestro oro.
Y allí está, en esa bendita asamblea donde no se sacó a Don Farsante. Pero bueno, hablar de eso es tan desanimante, que hasta pensar en la inmortalidad del pelicano es más productivo.
De los errores se aprende. Es lo bueno de este arte regalado por Dios, llamado vida. A veces tenemos que equivocarnos para darnos cuenta que es momento de pensar bien antes de dar un paso. Ayer veía a Honduras y decía, dónde está mi equipo!!!
Y así fue, mi equipo estaba en una isla tratando de jugar un partido más, que para remate no se dio. La gente se molesta cuando uno les recuerda que Panamá aún no ha ganado nada. Tenemos la copa UNCAF, me dirá. Pero es un título centroamericano, de esos el béisbol tiene en sus vitrinas bastante, la hípica ni se diga, el baloncesto en cantidad, las pesas, la lucha... taekwondo... etc....
Qué lástima que algunos se conformen con tan poco. Un título centroamericano, que tiene su valor, porque es nuestra realidad. Nadie le quita méritos, pero no podemos conformarnos con eso. La Copa de Oro será el termómetro para ver qué tiene Panamá.
Nuestra mejor época se vivió en el 2004 y 2005. Ese estilo futbolístico puede volver y eso motiva. Y es paradójico, aprender de los errores funciona. El responsable del naufragio "guimaraísta" no sólo fue el DT, allí también fuimos culpables todos. Hay que incluirse, porque señalar es fácil, hablar de los otros más, pero siempre hay que fijarse en nuestra propia espiga en el ojo. Hay tiempo... tiempo para todo debajo del sol.