EDITORIAL
Gallego y civilistas
El país recordó ayer los 30 años de desaparición de Héctor Gallego, el sacerdote colombiano que dejó a su familia y país, para evangelizar y organizar a los campesinos de Santa Fe de Veraguas.
Ha pasado mucho tiempo después de ese 9 de junio de 1971 en el que los militares bajo la complicidad de la noche arrestaron a Gallego y desde entonces no se le ve. Los altos oficiales que gobernaban Panamá para entonces, así como sus subalternos han mantenido un silencio cómplice en torno a lo sucedido con ese hijo de Dios.
Hoy, después de largas jornadas de vigilia ciudadana, y de luto por los desaparecidos, todavía existe la insatisfacción de un pueblo que reclama respuestas de los castrenses, para que se atrevan de una vez por todas a hablar, para descargar sus conciencias.
Además es cuestionable que los gobiernos surgidos tras la democratización del país no hayan podido esclarecer lo sucedido con Héctor Gallego y otros panameños asesinados por la dictadura que asaltó el poder el 11 de octubre de 1968.
Los campesinos guiados por Héctor merecen saber qué sucedió con el sacerdote colombiano. Por el amor de Dios, sus sufridas hermanas anhelan conocer dónde están sus restos para rezarle una plegaria, llevarle flores y llorar por su ausencia. Pero estos días de junio también nos traen a la memoria colectiva las jornadas de la Cruzada Civilista, que bajo los pitos, pailas y pañuelos le recordaron al pueblo la necesidad de tener una conciencia nacional, que sabe decirle un alto a la corrupción.
Hoy se recuerdan esos tiempos con nostalgia. Aquel 9 de junio de 1987 se estableció una alianza entre obreros, empresarios y políticos para decirle un alto a la corrupción y a la dictadura.
Los tiempos de ahora son diferentes, al menos contamos con democracia, pero se perciben síntomas de corrupción, que deben ser rechazados por todos y corregidos por el gobierno.
Ahora más que nunca se debe hacer énfasis en la moralidad del país. Una Panamá con funcionarios, empresarios y obreros honestos, responsables y con alta conciencia cívica, nos convertirá en una mejor nación. Los principios nunca deben olvidarse.
PUNTO CRITICO |
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