Me dio dolor no ver informaciones ni artículos que recuerden los cuarenta y cinco años de la peor matanza de estudiantes ocurrida en Panamá el veintidós de mayo del año cincuenta y ocho.
Es cierto que han pasado muchos años, pero los jovencitos que dieron sus vidas luchando por "más escuelas y menos cuarteles", no se merecen el olvido de este pueblo.
Mientras pueda yo sí recordaré esa fecha. Estos mártires del movimiento estudiantil panameño no se merecen la oscuridad del olvido, de una Patria que hace homenaje a otros individuos que sufrieron menos que ellos.
También los recordaré porque yo pude haber sido uno de esos muertos...
Resulta que en el año cincuenta y ocho el movimiento estudiantil panameño había salido del letargo en que lo sumieron las autoridades, luego de su lucha del año cuarenta y siete, contra el Tratado de las Bases.
Los grupos oligárquicos y políticos comprendieron que un naciente movimiento estudiantil, marcado por la defensa de la soberanía, no era conveniente a sus intereses.
Por eso la gloriosa Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y la Asociación Federada del Instituto Nacional tuvieron toda clase de presiones y sabotajes.
El mártir Sebastián Tapia, herido y lisiado de por vida por no querer más bases de E.U. en Panamá, fue pasando al olvido ante las maquinaciones de la clase gobernante panameña.
Por eso en el "Nido de Águilas" de comienzos de los años cincuenta, el movimiento estudiantil era nulo. Más tarde, mi generación sacó al estricto rector Carlos Gallegos del poder. Yo fui uno de los oradores que sacó a la calle a los institutores.
Sin este obstáculo en el Instituto se reorganizó la FEP y surgió el grito de guerra de "más escuelas y menos cuarteles".
Era un movimiento anti-militarista, por los pobres, a favor de mejorar la educación y aliviar la pobreza.
Hubo manifestaciones callejeras, enfrentamientos con piedras y palos contra la Policía. Recuerdo los terribles caballos con el "paco" encima con una espada, pegándole a los muchachos que luchaban por mejores días para el país.
Nos atrincheramos en el Instituto Nacional decenas de jóvenes. Fue una toma de varios días, que se convirtió en "una papa caliente" para el gobierno de don Ernesto de la Guardia.
Mi participación fue pequeña. Estuve dos noches cuidando el sitio para que la Policía Secreta no lo asaltara. Ellos nos tiraban "niples", (un taco de dinamita) dentro del patio para que su explosión nos asustara.
Luego, como a las diez de la mañana, unos desconocidos "francotiradores" dispararon con armas de guerra a mansalva, contra los chiquillos atrincherados en el Nido de Águilas.
Yo había salido horas antes, luego de cumplir mi turno y no pude volver a defender mi Alma Mater.
Murieron cinco, ocho, diez o más jóvenes. Nadie les hizo justicia, porque al gobierno de la época no le importó con esa matanza, la peor sufrida por el movimiento estudiantil panameño.
¡Pero yo sí los recordaré siempre! Su sacrificio ha sido un ejemplo del idealismo de una juventud que luchó por mejorar la Patria panameña y dio su sangre en ese empeño. |