Un profesional se hace en las aulas universitarias. Un ser humano se hace en un hogar, ya sea pobre o rico. El barrio, de donde salieron muchos panameños destacados, es la escuela que va formando al ser. Es también la Universidad de la Vida que enriquece el corazón de los seres humildes, pero parece que hay ciertos panameños que olvidan su pasado para no ser discriminados de su mundo actual.
Hay un viejo pregón que dice: "Ahora que estás en la papa, no te acuerdas de nosotros los pobres". Es una realidad que viven muchos en esta patria, pues no se sabe por qué razón exacta ocultan su pasado. ¿Será por vergüenza?
Olvidar los orígenes es una mala práctica. Es positivo mover la cabeza hacia atrás y ver del callejón de donde salimos, del hueco sucio, como dirían algunos. Tal vez de esta manera ayudemos a fortalecer los valores a nuestros hijos y quizás borremos para siempre ciertos complejos que no dejan superar nuestro miedo.
¿Qué hay de malo decir que uno fue pobre? Recuerden que hay dos clases de pobreza, la material y la espiritual, la segunda satisface el alma y la llena de inmensas riquezas que jamás se podrán experimentar.
Si usted, que vino de Río Abajo, de El Chorrillo, Calidonia o Curundú, ahora ocupa un cargo de suma importancia pública o privada no tenga pena en decir que jugó la lata y compañerito pío pío. Es sabroso comentar las anécdotas entre el grupo de la oficina. Hágalo, comience a hacerlo.
Recuerde que si usted ocupa una buena posición ahora es porque Dios así lo quiso y es Él quien decide hasta cuándo durará la gloria. Lo mejor en estos casos es conservar la humildad de siempre. |