La convención que ha celebrado el partido Likud puede convertirse en una trampa para el emergente proceso de paz y para el propio primer ministro israelí, Ariel Sharón, que ha visto como sus propios correligionarios tratan de bloquearle el camino hacia la "Hoja de Ruta".
Abucheado por decenas de militantes a la entrada y durante todo su discurso, Sharón pudo apreciar como el órgano más importante del partido -del que emana la inspiración política del Gobierno que él preside-, le exigía una declaración contraria a la que hizo en la cumbre de Aqaba y a la "Hoja de Ruta" del Cuarteto de Madrid.
"La Hoja de las Fantasías", "Sharón vuelve a la granja de los Sicomoros" y "Sharón se ha rendido al terrorismo" eran algunas de las incontables pancartas que el ala más radical del Likud levantó contra el primer ministro y que hicieron necesaria la intervención de agentes de seguridad en varias ocasiones.
Para disipar las críticas, el primer ministro, el último en hablar, se limitó a decir que en última instancia, "la responsabilidad recae" sobre sus hombros y añadió: "yo me he comprometido a un Estado palestino".
Más tarde agregó: "la mayoría de los israelíes apoyan mis esfuerzos por la paz", pero "bajo ningún concepto aceptaremos el retorno".
Sharon aseguró que su Gobierno "no cometerá errores del pasado" como a su juicio sucedió en el proceso de Oslo (1993-2000), y dejó claro: "no daremos nada (a los palestinos) mientras continúe el terrorismo". |