En la víspera del aniversario No.37 de la desaparición del sacerdote Héctor Gallego vale recordar que este es uno de los crímenes de la dictadura que no han sido del todo aclarado.
Sus restos no han sido ubicados y uno de los objetivos de todos los panameños, debe ser el esfuerzo conjunto para recoger información que conlleve a localizarlos..
Gallego llegó de Colombia con su carisma, amor por los campesinos pobres y sus luchas a favor de la organización de la producción agropecuaria de los marginados, situación que lo convirtió en un poderoso enemigo para los terratenientes de Veraguas y los castrenses.
Gallego vive en el corazón de los panameños y el compromiso de todos nosotros debe ser que se conozca la verdad de lo que le sucedió. Los altos mandos de la Guardia Nacional deben saber con exactitud lo que pasó con ese cura colombiano.
Hay muchos coroneles que deben conocer cuál fue la suerte del sacerdote amigo de los campesinos de Santa Fe. La pregunta es por qué guardan ese silencio cómplice. ¿Cómo pueden dormir tranquilos sabiendo que las hermanas de Héctor claman por la ubicación de sus restos?.
No hay mejor bálsamo para la conciencia que descargar los pecados. Llegó la hora de decir la verdad. Ha pasado mucho tiempo después de ese 9 de junio de 1971 en el que los militares bajo la complicidad de la noche arrestaron a Gallego y desde entonces no se le ve. Los altos oficiales que gobernaban Panamá para entonces, así como sus subalternos han mantenido un silencio cómplice.
Los campesinos guiados por Héctor merecen saber qué sucedió con el sacerdote colombiano. Por el amor de Dios, sus sufridas hermanas anhelan conocer dónde están sus restos para rezar una plegaria, llevarle flores y llorar por su ausencia.