Los recientes actos vandálicos protagonizados por estudiantes de algunos colegios capitalinos, deben ser investigados y adoptarse medidas disciplinarias contra los responsables.
La juventud tiene derecho a protestar, pero no a destruir el propio mobiliario del colegio, donde reciben clases.
Nadie está planteando silenciar la voz de la juventud idealista que muchas veces se atreve a dar la cara, mientras los adultos miran hacia otro lado y no reaccionan ante los abusos de los poderosos.
Los ejemplos abundan. Están las acciones nacionalistas del 9 de enero de 1964, la "Operación Soberanía" de 1958 que conllevó a la siembra de banderas en la entonces Zona del Canal y las protestas de hace 50 años que dieron paso al llamado "Pacto de la Colina".
Hoy las luchas son diferentes y los métodos cuestionados. No es posible que estudiantes con el rostro cubierto destruyan los propios bienes de su colegio como viene ocurriendo últimamente.
Ese tipo de situación reclama una acción de los Rectores y Directores de los colegios públicos, quienes son la autoridad principal. De Igual modo, los hechos exigen que los padres de familia orienten a sus hijos para prevenir ese tipo de comportamiento que se aleja mucho de una protesta para reclamar reivindicaciones.
Administrativos, docentes y padre de familia no pueden evadir responsabilidades frente a ese tipo de acciones vandálicas, porque de lo contrario se pierde el respeto.
¡Que se proteste, pero que no se destruya!.