No lo podía creer. Nunca antes en mi vida había estado rodeado de ñeques confianzudos. Y lo más difícil de aceptar es que apenas a unos cuantos metros, los carros circulaban rápido y numerosos. Los ñeques (animal parecido al conejo) andaban en parejas. Nos miraban curiosos pero no había temor en sus caras.
Al querer acercarme más, nerviosos huían por pequeños caminos llenos de maleza.
Era el sábado veintitrés de abril pasado. Seguía con mis andanzas de "turista interno" en la ciudad que dizque conozco hace más de sesenta años.
Ese día la agenda tenía visita al sitio turístico Mi Pueblito, en la Avenida de los Mártires.
Tenía años de no visitarlo. No me disgusté cuando me cobraron un balboa por persona. Espero que ese dinero lo empleen bien. Hicieron rebaja por ser de la Edad Dorada.
A pesar de ser sábado en la tarde no había nadie en el lugar. Eso me dolió. Los negocios de artesanía languidecían por la falta de visitantes.
Comí bien en uno de sus restaurantes. Lamenté que haya cerrado el de comida antillana.
Horas después aparecieron turistas "mochileros". Bueno, algo es algo.
Y caminamos por las réplicas de pueblos indígenas. Allí hay un hermoso bosque, donde los ñeques están sueltos.
Mi curiosidad periodística me hizo pregunta por qué "los chorrilleros no se comen a los ñeques". Alguien dijo que la carne de esos animales tenía mal sabor.
Lo cierto es que en plena ciudad de Panamá existe un sitio de gran valor educativo. Se conocen los grupos humanos que viven aquí y sus costumbres.
Sus artesanos tratan bien a los turistas, ya sean extranjeros o panameños.
Confieso que verme rodeado de por lo menos ocho ñeques, fue algo distinto.
Por un momento olvidé los problemas del Seguro Social, la corrupción, la inseguridad, el aumento del costo de la vida, etc. El cantar de pájaros, la mirada curiosa de los ñeques y estar en medio de una mini-jungla, es algo relajante y positivo. (Sólo faltó que apareciera Trazan y la mona Chita).