En un lapso de dos meses, Panamá ha logrado grado de inversión de dos calificadoras. La más reciente fue la otorgada por la estadounidense Standard and Poors (S&P) que elevó la calificación de la deuda panameña a BBB- con perspectiva estable.
En marzo, Panamá logró un hecho histórico al serle reconocido el Grado de Inversión por la agencia Fitch Ratings, que mantuvo la perspectiva de riesgo positiva. De esa forma, el país entró a un grupo exclusivo de cinco naciones en América Latina, que mantienen esa categoría.
Aunque fue este gobierno que concretó esa vieja aspiración, hay que reconocer que también es un mérito de la anterior administración; es sin duda un logro compartido y una demostración del manejo correcto de las finanzas públicas.
Para determinar el grado de inversión las calificadoras de riesgo crediticio evalúan el peso de la deuda gubernamental, libertad de prensa y la distribución de la renta. El control del déficit fiscal y las recientes reformas fiscales, sin duda que fueron determinantes para la decisión adoptada a favor de Panamá.
Ahora sólo falta lograr el Grado de Inversión de la agencia calificadora Moody's Investors Service. En esencia, lograr el Grado de Inversión favorece al gobierno y a las empresas en Panamá al lograr mejores tasas de intereses al solicitar préstamos, lo cual también se traduce a favor del panameño común, que debe ver reflejado esos beneficios al pedir financiamiento.
Panamá, con su deuda que supera los $11 mil millones, necesitaba una buena noticia en torno a su grado de inversión y ahora resta seguir con el manejo responsable y eficiente de las finanzas públicas e ir reduciendo el peso de los compromisos que tiene el país con los acreedores.
Frente a la situación de crisis financiera que ahora amenaza a Europa, el logro obtenido por Panamá no es para volverse loco y comenzar una carrera de endeudamiento. Prudencia y gastar más que todo en infraestructura, es lo recomendable.