El panameño y la panameña de hoy tienen un problema grave: la indiferencia a los problemas comunitarios. Nadie se inmuta cuando a un vecino le pasa algo. Dicen que la mayoría de las veces nadie agradece el compromiso ni el esfuerzo que se pone en algún programa comunal, y por eso han dejado de apoyar.
Pero el asunto va más allá de un simple apoyo esporádico o coyuntural. La indiferencia se extiende a desoír los llamados de auxilio de alguna vecina que está siendo asaltada, por ejemplo. Muchos dicen: "si me meto, tal vez salga perdiendo la vida", y prefieren esconderse.
Si la calle necesita reparación, sólo algunos se organizan, y lo hacen es para bloquear calles y llamar la atención: nunca piensan en lograr -con esfuerzos propios- reparar el tramo dañado en sus narices. Lo peor es que los vecinos que tienen un poco mejor su pedazo de calle, se hacen los locos y no son solidarios con quienes están en problemas.
Con este tipo de actitudes lo que hemos hechos es convertirnos en ayudantes del mal, de la delincuencia, de los políticos corruptos, de los injustos y los destructores.
No somos una comunidad de vecinos, amigos y familiares: somos un grupo de desconocidos, sospechosos de todos contra todos, e instigadores de la apatía y el dolor. O cambiamos, o pronto estaremos todos en la misma fosa... en un mismo abismo. |