En algunas oficinas públicas y privadas, el ambiente de trabajo está viciado, tenso, cargado de indirectas, comentarios irónicos e hirientes, propios de empleados y empleadas más concentrados en el bochinche que en hacer su trabajo y hacerlo bien.
En ese ambiente, se forman muy fácilmente las enemistades inútiles. Solo basta caer mal a primera vista para que te apliquen todas las zancadillas, serruchadas de piso y puñaladas por la espalda posibles.
Parece mentira que haya personas dentro de una empresa u oficina gubernamental que hagan campañas "sucias" cuyo fin sea el despido o destitución de uno de sus compañeros, y por puro gusto.
Y cuando lo logran, no pueden contener su satisfacción por haber consumado su conspiración.
No es de extrañarse, tomando en cuenta cuál es su criterio para determinar su posición en la empresa: para ellos, es más importante el amiguismo, o ser el "querido" o "querida" de un jefe, que hacer bien el trabajo. Eso déjenselo a los tontos.
Parece el escenario de una telenovela, pero en nuestras oficinas, existen empleados que se sienten amenazados con el buen trabajo de otros compañeros, y les montan campañas para desprestigiarlos y sacarlos de la empresa antes de que este empleado los ponga a ellos mismos en evidencia.
Es esta la verdadera respuesta al por qué de su comportamiento. No quieren tener a su lado gente que los haga ver mal ante sus jefes. Prefieren que el personal se limite a gente tan mediocre como ellos; porque si nadie es sobresaliente, ellos se sienten seguros en su puesto. Apenas alguien comienza a destacarse por su dedicación y su empeño, de inmediato es puesto en la lista negra de los conspiradores.
El problema para ellos es que siempre tendrán que estar viendo detrás del hombro, porque tarde o temprano también se la van a aplicar a ellos.