A ORILLAS DEL RIO
LA VILLA
La profusión de los vicios (II)

Santos Herrera
Otra calamidad social que devora cerebros y la voluntad de muchos panameños, en particular de la juventud, que se hace clandestinamente, pero en ocasiones con la complicidad de algunas autoridades, es el vicio de las drogas. Pareciera que falta más acción y mano fuerte por parte de los que tienen que aplicar la ley, contra estos criminales que con su nefasto negociado están acorralando a los jóvenes a las cárceles de la drogadicción. Hay que salvar a la juventud porque de lo contrario, seremos una nación hueca, sin ideales, donde no se reconocen los verdaderos valores. El problema del tráfico y consumo de drogas, se ha convertido en un verdadero problema, no solamente en la capital de la República, sino también en todo el interior, incluyendo pequeñas poblaciones. La bucólica calma de nuestros pueblos ha desaparecido y en cada esquina se encuentran bodegas y cantinas, donde a toda hora del día, se venden licores y también se consigue sin mayores esfuerzos, drogas de toda clase. Angustiado me contaba un policía de menores, que durante los días de la Feria de Azuero, tuvo que enfrentarse a horribles acciones de menores y jóvenes, que desenfrenamente se entregaban al consumo de bebidas alcohólicas y a la droga de manera pública, con la criminal complicidad de los administradores de esos antros de vicios, que han convertido sus locales que instalan en todas las ferias del país, en lugares de corrupción, que por ganarse unos pesos, afectan y cambian la vida de muchos jóvenes, que encuentran en estos centros bebidas embriagantes y estupefacientes. Me dice el amigo, que a las dos de la madrugada, tuvo que decirle al salonero que le devolviera el dinero a un niño de nueve años, que borracho le compraba una cerveza. Que recogió en la pista más de seis bolsitas llenas de cocaína, más de una docena de carrizos y que en mitad de la sala, delante de todos los presentes, jovencitas se orinaban. Los patrocinadores de estos centros son las cervecerías y licoreras. Por otra parte, la prostitución, la mendicidad infantil y adulta, la delincuencia juvenil, los robos, asaltos, etc., cada día se intensifican más y amplían su radio de acción. La aparente miopía y sordera de las autoridades competentes de frenar el acelerado desarrollo del vicio, es patética; lo que hace pensar que son incapaces de detener su nociva marcha o son consentidores de la práctica de las mismas. La negativa multiplicación de cantinas, bodegas, garitos, casinos, agencias de descaradas chinguias, en ocasiones a la vista del público, son factores que influyen en el crecimiento de los vicios que originan no sólo delincuentes, sino que provocan la desmoralización misma del hombre. Es necesario ponerle un alto al vicio antes de que corrompa totalmente los cimientos de la sociedad. De no aplicarse los medios para reprimirlo, nos conduciremos en forma inexorable a los terrenos de la mezquindad y degeneración.
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