Diez payasos y ninguna risa

Hermano Pablo
Colaborador
Eran diez payasos. Diez profesionales de la risa. Diez ídolos del circo. Con sus caras estrafalarias, sus peinados estrambóticos, sus vestimentas farandulescas, caminaban los diez juntos, a paso acompasado. Pero no había risa en sus rostros. Estos eran diez payasos que cargaban en sus manos el féretro del Mayor Bogart, más conocido como Tubby, decano de los payasos de Estados Unidos. Compañeros suyos de todo el país fueron a rendirle el último homenaje. Y no había entre ellos una sola risa. La profesión del payaso es hacer reír. Por eso se pinta la cara. Por eso se desarregla el pelo. Por eso se viste de todos los colores, y por eso salta y corre y se porta como loco. Es un payaso. Es un payaso cuyo mayor placer es hacer reír a los niños. Esa es su profesión. Esa es su vida. Pero es también un ser humano. Y debajo de su vestidura y de su maquillaje, se emociona, siente, se turba y llora. Cuando los diez payasos famosos dieron sepultura a Tubby, de sus ojos cansados rodaron lágrimas que dejaron huellas en la pintura de sus rostros. Porque para todo hay tiempo en la vida: tiempo para reír y tiempo para llorar. ¡Cuantas personas hay que llevan una vida de payaso! Se ven obligadas a presentar ante los demás una cara feliz, pero por dentro hay lágrimas y penas y tristeza y desencanto. Tienen que sonreír porque es lo que el mundo espera de ellas, pero por dentro, su alma llora. Entre los artistas de cine, televisión y teatro hay muchas lágrimas. Para triunfar en la profesión deben aparentar felicidad, seguridad y optimismo. Pero la realidad es otra. Muchos de ellos están llenos de miedo y zozobra, y beben diariamente las amarguras de su decepción. Y hay otros que, sin ser artistas, llevan la misma doble vida. Una mujer, cuando brindó con su esposo por los veinticinco años de matrimonio, vertió cianuro en la copa. Un joven, que por su diligencia era el orgullo de su padre, se puso un revolver en la sien y terminó con su vida. La felicidad para ellos había sido un mito. Hay muchos que ríen cuando quisieran llorar, y nadie se da cuenta de ese dolor. Sin embargo, hay una felicidad verdadera. Jesucristo ofrece paz auténtica. No hay que vivir con dos caras. Él brinda alegría completa, espiritual, segura y permanente. Cristo es un Salvador Todopoderoso, y desea ser nuestro Amigo.
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