AL CIERRE


Un infierno cerca de aquí

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Bojayá / Chocó
El País

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Un niño fue rescatado de la zona donde asesinaron más de 100 personas.

¿Cómo están los heridos?'. 'Muertos', responde Juan Marcelo Vázquez, un médico que estaba por casualidad en Bellavista y a quien le tocó socorrer a las víctimas. Vázquez asegura que jamas había visto nada igual: 'Dante no conoció el infierno, nos tocó todo a nosotros'. Al mismo tiempo que cuenta lo sucedido, empina la botella de aguardiente porque, según dice, 'esto sólo se olvida creyendo que ha sido un mal sueño'.

Y es que los habitantes de la abandonada región colombiana del Chocó están acostumbrados a la guerra y a poner muertos, pero nunca como en esta ocasión. El pasado 2 de mayo, un artefacto explosivo alojado en un cilindro de gas y lanzado por la guerrilla acabó con la vida de 117 civiles que se refugiaban del fuego cruzado con los paramilitares en el templo católico de Bellavista, en el norte de Colombia.

Los supervivientes tienen la mirada perdida y apenas pueden relatar lo ocurrido sin recordar que hay más de 50 cadáveres sin identificar, o que 15 de los cuerpos estuvieron hasta ayer en una barcaza esperando a que los combates remitieran y se pudieran enterrar en la fosa común que se abrió a orillas del río Bojayá para evitar epidemias.

A pocos metros de esos cadáveres, ayer seguían los enfrentamientos entre el Bloque José María Córdoba de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y un grupo de 400 paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que entraron a la zona el 21 de abril. Es una lucha desigual. Las FARC acumularon el 1 de mayo a más de 1,000 guerrilleros para sacar de esta zona del río Atrato a los paramilitares. Los 117 civiles que murieron el jueves cometieron el error de vivir en el caserío que otros eligieron para su guerra particular. Entre ellos, al menos 41 era menores de edad y 21, miembros de una familia.

Mucha gente se refugió en la capilla. Según el párroco de Bellavista, el padre Antún, había unas 150 personas. 'No se imagina, después de la bomba había trozos de gente por todas partes, había gente corriendo con la cabeza abierta, sin un brazo... Eso fue muy duro', cuenta el sacerdote. 'Esta guerra sí que es hijoputa', espetó un guerrillero que regresaba del combate al ver cómo una de sus compañeras vomitaba al pasar junto a los cadáveres.

 

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