Lunes 3 de mayo de 1999

 








 

 

 


Mireya quiere a Martín y a Alberto en su gobierno

Antonio Pérez M.
Crítica en Línea

La presidenta electa de la República, Mireya Moscoso, en su discurso de triunfo, en la sede del Partido Arnulfista, señaló que su prioridad es invitar a sus adversarios, Martín Torrijos y Alberto Vallarino, para hacer un gobierno de unidad nacional sin premoniciones.

Indicó que "esta contienda ha quedado en la historia por su transparencia y aquí, permítanme felicitar a los magistrados del Tribunal Electoral que también estarán en la historia por la tranquilidad que le han dado al pueblo por su honestidad".

Señaló que su gobierno será de consulta; "me comprometo que no aprobaré ningún cambio que signifique la riqueza de unos y la miseria de otros", al tiempo que sentenció que no permitirá una sola injusticia en su gobierno.

"Quiero un país con reglas iguales para todos y que se sepa que no permitiré ninguna injusticia por pequeña que parezca; la injusticia es un vicio que pocas veces se comete una sola vez", apuntó Moscoso.

Destacó que el triunfo no es de Mireya Moscoso, ni de los partidos aliados de Unión por Panamá, sino del pueblo, a la vez que señaló que en esta contienda no ha habido vencidos ni vencedores.

"Hago un llamado al pueblo que me eligió que no abandone la contienda, que se convierta en vigilante de mi gobierno para que denuncie la corrupción, la injusticia y la arbitrariedad, que constituyen las lacras sociales que dañan una democracia", dijo la candidata.

Indicó que no defraudará al pueblo, porque significaría que se olvidará de sus raíces. Se comprometió en acabar con la pobreza y el desempleo, asegurando que su plan de gobierno no se ejecutará en medio de los intereses politiqueros.

"Los problemas humanos no tienen soluciones políticas, tienen soluciones humanas", destacó Moscoso en medio de una muchedumbre de simpatizantes que coreaban "Mireya presidente" y "se acabó el PRD".

La señora Moscoso antes de su discurso de triunfo visitó a un nutrido grupo de simpatizantes que la esperaba en el Hotel Plaza Paitilla Inn, allí dio gracias a los que colaboraron en su campaña, y felicitó a sus adversarios por la forma tan heroica como aceptaron la derrota.

Mireya Moscoso después de visitar el Plaza Paitilla Inn, se dirigió al Centro de Convenciones ATLAPA, sede de la Junta Nacional de Escrutinios, donde se reunió con los magistrados del Tribunal Electoral, cerrando con el discurso de triunfo en la sede del Partido Arnulfista.

No faltó en el discurso de Mireya Moscoso palabras de agradecimiento a su difunto esposo Arnulfo Arias.

"La historia se repite en espiral, como lo dijo el doctor Arnulfo Arias; y hoy, aquí, frente a la sede donde tenemos todos los recuerdos de mi esposo (Arnulfo Arias), quiero decirle, en el cielo donde está, estoy cumpliendo con lo que tú querías", agregó.

Expresó que su esposo le decía que había venido a este mundo a cumplir una misión, "pero Dios se lo llevó antes de terminar su misión, pero aquí estoy yo que voy a cumplirla", añadió.

Al conocerse el triunfo de Mireya Moscoso, no se hicieron esperar las caravanas por las principales avenidas de la ciudad de Panamá, vencedores y vencidos se encontraban entrelazándose entre las banderas, como señal que hubo un triunfador y fue el pueblo.

Mireya Moscoso, quien en 1994 perdió las elecciones presidenciales ante el actual mandatario Ernesto Pérez Balladares; quien a principios de 1998 era la presidenta del Partido Arnulfista y ganó la candidatura a la presidencia por ese colectivo político, logrando posteriormente ser abanderada de la nómina opositora Unión por Panamá, es ahora la presidenta electa de la República.

La líder del Partido Arnulfista, Mireya Moscoso, después de desayunar y antes de votar, se dirigió al Jardín de Paz para visitar la tumba de dos personas importantes en su vida: la de su esposo Arnulfo Arias y la de su madre, Elisa Rodríguez de Moscoso.

El pueblo cumplió con un cometido: elegir al presidente de la República. Ahora le tocará a la primera presidenta de Panamá y la última en sentarse en la silla presidencial en este milenio, hacer realidad las esperanzas de los más de un millón y medio de pobres que viven en nuestro país.

 

 

 

 




 

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