Lunes 3 de mayo de 1999

 








 

 


MENSAJE
Vivir sin alimentos

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

Padecía de una enfermedad extraña, que tenía un nombre también extraño: Síndrome de Polipétide Vasoactivo Intestinal. En otras palabras, era alérgico a toda comida. No podía ingerir ninguna clase de alimento. De hacerlo, sufriría terribles calambres y dolores intestinales.

Desde su nacimiento hasta su muerte, lo alimentaron por vía intravenosa. Sin embargo, creció hasta medir dos metros de alto y pesar noventa y cinco kilos. Pero a los veinte años de edad, la vida anormal de Jasno White, de Texas, Estados Unidos, hizo crisis. Una mañana el joven amaneció muerto.

Vida entraña la de ese joven. Nunca comió dulces ni chocolates. Nunca ingirió frutas. Nunca probó ninguna carne, ni verduras ni pastas. Nunca se sentó a una mesa llena de sabrosas vituallas. Las delicias de la buena mesa no se habían hecho para él. O quizás él no estaba hecho para ellas. Gozó de muchos placeres en la vida, pero no el de la comida.

Esto mismo les ocurre, aunque en forma diferente, a muchas personas. Académicamente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su intelecto con las maravillas de la literatura. Estos son los analfabetos intelectuales. Ya sea por injusticia o por desgracia, o simplemente por dejadez, nunca asistieron a una escuela. Y la maravilla y el deleite del lenguaje escrito no lo disfrutaron ellos.

Moralmente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su alma con algún sentimiento bueno. Nunca beben ni comen de la justicia, de la decencia, de la moralidad, de la vida sana. Pueden comer de todo, pero de un sentimiento noble o de un pensamiento honesto, jamás de alimentan.

Espiritualmente, hay muchos que jamás dan a su corazón la única comida que alimenta el alma: la Palabra de Dios. Pueda que se alimenten de toda la literatura que circula por el mundo. Pueda que beban todas las filosofías inventadas por el hombre. Pueda que prueben cuanta religión moderna los confronte, pero nunca leen la Biblia.

Estos llegarán al fin de su vida ahítos de todo lo comestible que este mundo puede darles, tanto para alimentar el cuerpo como el intelecto. Pero su alma quedará al final anémica, raquítica, en absoluta inopia espiritual. Quedarán muertos, doblemente muertos.

La Biblia es el libro de Dios para toda la humanidad. Es la única fuente del conocimiento de Cristo, la única que puede dar vida completa. Leamos la Biblia. Ella nos dará fuerza espiritual sin la cual morirá nuestra alma.

 

 

 

 

 

REFLECTOR
El Vidajena

 

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