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La corrupción es la peor de las enfermedades que sufren los panameños. Por donde uno mire hay un funcionario público o privado queriendo sacar provecho de su posición, por debajo de la mesa.
Ocurre desde que los niños están en la escuela, y no se les refuerzan los valores de la decencia y el trabajo honrado. Ven a sus maestros y padres como protagonistas principales del famoso "juega vivo". Aquellos obligándoles a comprar fotocopias de folletos que hacen ellos mismos, y cuyo dinero se embolsan; estos, inculcando a los muchachos el antivalor de la viveza y la trampa, como fórmula para triunfar en la vida.
Así está todo, y en todos los niveles. Por donde uno mire, hay un corrupto en Panamá. En las oficinas públicas, en la tienda del chino, en la lavandería, el lava autos, el bus, la escuela, la iglesia, la farmacia: en todas partes hay alguien que trata de beneficiarse egoístamente de los demás, sin preocuparse de los perjuicios que causa.
A este ritmo el país está próximo a convertirse en un insostenible campo de batalla, donde los desvalidos y menos organizados corren el peligro de desaparecer.
Por desgracia, incluso ellos están sumidos en el fango de la corrupción. |
