El hombre imitación de Cristo, o sea los sacerdotes, están cada día "mostrando más su cobre". En verdad, hablar de una comunidad tan especial como es el conglomerado de los curas, resulta una tarea muy difícil y por demás delicada, delicadísima...
Como aquellos legisladores cuyo apellido se escribe con una "ce" mayúscula, así también el apellido de algunos curas con sus "eses" también mayúscula. La "C" para Corruptos", y la "S" para Sexo. Sin embargo...
Yo creo que ese descalabro inaudito en el comportamiento de esos sacerdotes estriba en una sola causa: El Celibato. Y aunque estoy de acuerdo con lo planteado por Monseñor Rómulo Emiliani cuando señala que esto es un "desequilibrio y falta de armonía interna"; yo quiero ir un poco más allá de una simple crítica u opinión, para señalar que la Iglesia Católica debe ser más flexible y revisar, para modificar, el asunto de los padres célibes, en el sentido de permitirles a los sacerdotes su elección o no de contraer matrimonio, ya que con esa medida el riesgo de un abuso sexual por parte de estos hombres de Dios, se reduciría al mínimo, o quizás, hasta desaparezca. Veamos por qué...
Entre la feligresía se cuenta con damas que les "ronca el mango" y donde muchas de ellas al entrar al confesionario se "desnudan" en los oídos del cura, revelando cosas íntimas respecto de su comportamiento sexual, lo que va despertando en el pobre sacerdote, ese normal apetito sexual (su libídine) lo cual tiene que ocultar porque el celibato a él impuesto, lo tiene encarcelado, dando como resultado que el sacerdote en cuestión, así afectado, apenas tiene la oportunidad, sale a acosar a su víctima, dispuesto a hacer realidad las fantasías sexuales que le provocaron tantas confesiones "sexacionales".
Yo le imploro a la Iglesia, al mismísimo Papa, que libere del celibato a sus hombres, a esos soldados de Dios, para aliviarlos de la presión sexo-emocional que les causa tanta tentación que, como seres humanos, son capaces de sentir.
Sé que con estas reflexiones voy a levantar muchas cejas, y hasta quizás sea tildado de sacrílego..., no importa; alguien debe salir a la defensa de esos hombres cuyas vidas son, después de Cristo, las más entregadas y sacrificadas. Es más, esto del permiso papal también debería alcanzar a las hermanas religiosas, -a las monjas- quienes, sin ninguna duda, también tienen deseos del tipo, aquí examinado.
Dios me oiga y ayude al clero a reflexionar sobre mi petición, y el Papa que no me excomulgue. Ahora por los lados de nosotros los laicos, es necesario que seamos comprensivos y tolerantes con la Iglesia, sin caer en esa condición de "hacer leña del árbol caído", porque, después de todo, la vida del cristiano no debe ser de odios ni rencores ni venganzas, y de nuestra actitud comprensiva ante las flaquezas de esos hombres, es que debemos reforzar nuestra fe orando mucho por ellos, recordando así mismo que "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra". |