Es increíblemente maravilloso ver cómo Dios utilizó a una joven campesina y humilde, llamada María, para que la salvación entrara a este mundo, para que el Verbo se hiciera carne. Dios, por medio de ella, logró hacer historia concreta, personal en Cristo. Jesús, el Hijo de Dios, nació del seno virginal de María. A partir del momento en que ella lanzó la frase: "Yo soy la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra", el Verbo se hizo carne en ella y Cristo Jesús, el Señor, comenzó a desarrollarse, a gestarse en el seno virginal de María.
María era una mujer mística, de oración profunda. En ese clima que experimentó cómo Dios, el Verbo, se hacía carne en ella. Luego, nació el niño en una cueva y María, la madre de Dios, estaba sumisa totalmente al Señor. Ella no protestó, sino que aceptó sin cuestionar que su hijo naciera en una cueva. María era una mujer increíblemente maravillosa y obediente y se acomodó a su situación. No se lamentó, sino que profundizó en su corazón que lo importante era que su hijo naciera, no importa el lugar. Lo importante era que ella era su madre, que la salvación del mundo había llegado.
Después de la amenaza de Herodes, que mandó matar a los niños de Belén, María huyó con José y el niño Jesús a Egipto. Seguramente, María Santísima tendrá que haber trabajado en los oficios más humildes que usted se puede imaginar, porque los judíos en Egipto eran personas totalmente marginadas, de segunda categoría y despreciados por los egipcios. Aún siendo madre de Dios, no protestó ni exigió nada a Dios. María obedeció y se acomodó a su situación de emigrante en Egipto. Cuando José, María y el niño Jesús regresaron a Nazaret, José trabajaba como carpintero y María y el niño Jesús ayudaban en el taller. Pero cuando regresaban a Jesuralén, al volver en la caravana. María descubrió que Jesús había desaparecido. Volvieron a buscarlo y lo encontraron en el templo enseñando a los doctores de Israel. Ella, sorprendida, le preguntó por qué había abandonado la caravana sin avisar. Jesús le contestó que debía cumplir primero la voluntad de su Padre. Dice la Palabra que María guardaba todo eso en su corazón. A los doce años de Jesús, María entendió lo que toda madre debe comprender. Hay dos partos en la madre, un parto físico y el otro psicológico. Muchas veces es más doloroso el parto psicológico que el físico. Y con la ayuda de Dios ¡Seremos Invencibles!